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PLANIFICACIÓN Y DESARROLLO – Educación vial
Las estadísticas mundiales revelan los grandes desafíos que tienen los gobiernos, relacionados con muertes provocadas por accidentes de tránsito. Al rededor del mundo cerca de un millón 350 mil personas mueren cada año por accidentes de tránsito. Estadísticas del año 2017 indican que en República Dominicana 2 mil 800 personas perdieron la vida y más de 105 mil quedaron lesionadas, según el Observatorio Permanente de Seguridad Vial.
Dicho de otra manera, cada día 3 mil 699 personas promedio pierden la vida en accidentes de tránsito. En el caso dominicano, en el año 2017 más de 7 personas diario perdieron la vida a causa de estos eventos, lo que pone de relieve que esta es la principal causa de muerte violenta en el país, sin contar con las grandes secuelas físicas y psicológicas que dejan de por vida en aquellos que sufren algún accidente de tránsito.
Considerando el tamaño de la población dominicana de más de 10 millones de habitantes y el parque vehicular de más de 4 millones de vehículos y comparando estas cifras con la población y el parque vehicular de Latinoamérica, la República Dominicana se sitúa como el país con más víctimas mortales por accidentes de tránsito de la región. Esto representa un enorme impacto en términos económicos y sociales. Las cifras más conservadoras lo sitúan en 2.2% del Producto Interno Bruto (PIB), sin considerar los gastos de rehabilitación de los sobrevivientes de accidentes; los pagos de seguros de los vehículos accidentados; los costos de la mortalidad de los que fallecen y los gastos de bolsillo de los dueños de vehículos accidentados, cuyos seguros no cubren el 100% de las reparaciones, entre otros gastos.
Todo esto tiene además un costo a veces insuperable en términos humanos, ya que las perdidas humanas y los daños irreversibles deterioran el estado emocional de la persona afectada, de su familia, de sus amigos, sus vecinos, en fin, de todo su entorno social, que en ocasiones no tiene retorno.
Como se puede apreciar, los accidentes de tránsito a nivel mundial y local representan un hecho de extrema gravedad, que por sus secuelas en términos de muertes, heridos, pérdidas materiales, medioambientales y económicas, son una catástrofe mundial y nacional que nos afecta a todos y a la cual hay que buscarle una solución para todos y entre todos. Es necesario buscar una respuesta acorde a su trascendencia, bajo una responsabilidad compartida. El impacto de los accidentes de tránsito es de tal magnitud que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la califica como “endemia”.
Otras cifras revelan que en el año 2010, los años de vida perdidos por muerte prematura en tránsito (AVMP) fueron de 110 mil 36. Esto es, los años imposibles de vivir como resultado de muertes prematuras o en gestación por siniestros automovilísticos. Esto demuestra que existe una afectación directa a la población infantil y juvenil, que se encuentra en un grupo importante de riesgo, debido a que son los sujetos más vulnerables en las vías, ya sea en su calidad de peatones, pasajeros o conductores de bicicletas.
Las grandes limitaciones y vulnerabilidad que manifiestan los niños y jóvenes, sumado a su poca experiencia para identificar riesgos, es un gran desafío ante una gran cantidad de conductores irresponsables. Sobre todo, si se maneja la información científica de que más de un 90% de los accidentes, son provocados por el factor humano.
De ahí que es urgente tratar esta situación con gran cuidado, prudencia e incrementar esfuerzos para desarrollar conductas con menos riesgos y mayor seguridad. Esto se logra tomando la medida preventiva más importante: la implementación de una adecuada educación vial, la cual debe iniciar en las escuelas públicas y privadas, desde el nivel inicial. La solución es educar y educar.