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Nacionales

La expulsión de los jesuitas de Portugal y sus consecuencias

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.

En mayo de 1758, la Compañía de Jesús eligió a su décimo octavo superior general:  Lorenzo Ricci. De muchacho estudió con los jesuitas. Jesuita desde 1718.  Enseñó retórica en Siena (1725 – 1731) y luego teología y otras materias en el prestigioso Collegio Romano por 24 años. En 1755 electo secretario personal del Padre General Luigi Centurione (1755 – 1757).

El jesuita Julio Cordara le conocía y lamentó esta elección: “a causa de su naturaleza plácida y temperamento apacible, lo consideré como poco adecuado para un tiempo donde la perturbación y la tormenta parecían requerir la aplicación extraordinaria de inusuales remedios para inusuales males “.  Otros, reconociendo la mansedumbre de Ricci, lo veían como un hombre orientado. Ricci carecía de experiencia administrativa.

Semanas más tarde, el 6 de julio, 1758, era electo Clemente XIII papa. Había estudiado con los jesuitas. Apoyó al Padre Ricci.

La corona portuguesa había encargado al Cardenal Saldaña de la comisión investigadora del atentado contra el rey del 14 noviembre, 1758.  Saldaña era pariente del Marqués de Pombal. Se podían prever los resultados de sus indagaciones.

El 16 de septiembre de 1759, Pombal decretó la expulsión de todos los jesuitas de Portugal y sus dominios. La medida afectó a unos 1,750 jesuitas que trabajaban en territorios portugueses, la mitad de ellos en las misiones. Seis de cada siete permanecieron fieles a la Compañía.

Pombal metió presos a 81 jesuitas, entre ellos al anciano misionero y predicador, Gabriele Malagrida de 81 años. Había sido misionero por más de 30 años. Dominaba varias lenguas indígenas. Los jesuitas contaron a 79 miembros entre los fallecidos en los calabozos portugueses. Los que zarparon de Goa en India hacia Portugal lo hicieron en condiciones tan inhumanas, que de 142 murieron 23 en la ruta.    Al momento de la expulsión de Portugal, la Compañía contaba allí con 34 colegios con unos 20,000 estudiantes que representaban el 90 % de los estudiantes de secundaria (Scully, S.J., “The Suppression of the Society of Jesus, Studes in the Spirituality of Jesuits, 45/2, Summer 2013: 9 – 10.)

Luego de unos interrogatorios agotadores y sin importar que el pobre anciano claramente alucinaba, el Padre Gabriel Malagrida, S.J., fue estrangulado y quemado en la Plaza Rossio, Lisboa. Voltaire juzgó su asesinato como algo vergonzoso.

Había caído la primera ficha de espaldas sobre otras alineadas.

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