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EN SALUD, ARTE Y SOCIEDAD – El impacto del pretérito indefinido en los tiempos novelescos

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Hemos auspiciado una aproximación crítica a la “doctrina” de Barthes sobre la escritura creativa.

Al hacerlo, observamos y respetamos —claro está— que el autor es autoridad en el campo.

Como toda autoridad social o temáticamente investida, él desarrolla y adopta postulados bajo las premisas de la personalidad: estudios y experiencias.

Barthes aborda, como objetos de análisis, los personajes y el tiempo novelescos, constituyéndolos en “materias” capaces de caracterizar el acto de novelar; de incidir en sus cualificaciones histórico-ideológicas, lingüísticas y socialmente funcionales.

En este texto, el autor aporta un concepto robusto: la autarquía de los sistemas creativos.

Es el factor que permite comprender a Balzac y a Michelet —dice—, para argumentar: “en el uno y el otro la construcción de un universo autárquico, que fabrica sus dimensiones y sus límites ordenando su Tiempo, su Espacio, su población, su colección de objetos y sus mitos”. Esto es enseñoreado ilimitadamente sobre sus dominios.

También medita sobre la historicidad del modo narrativo, entregando una tesis intrépida: “…la narración no es forzosamente una ley del género” novelesco.

“Toda una época pudo concebir novelas por cartas, por ejemplo; y otra puede practicar una Historia por medio de análisis.

El relato como forma extensiva a la vez de la Novela y de la Historia, sigue siendo por lo tanto, en general, la elección o la expresión de un momento histórico”.

Su mayor resistencia es ante el pretérito indefinido, “piedra angular del Relato” que “participa de un ritual de las Bellas-Letras”.

Lo concibe como el “tiempo facticio de las cosmogonías, de los mitos, de las Historias y de las Novelas”, que “Supone un mundo construido, elaborado, separado, reducido a líneas significativas y no un mundo arrojado, desplegado, ofrecido…”.

Detrás de él —aduce—, “se esconde siempre un demiurgo, dios o recitante…, cuya única función es la de unir lo más rápidamente posible una causa y un fin”.

Esas acciones que emergen de tal pasado “sin espesor”, “despojadas de la existencia”, tienen “la estabilidad y el dibujo de un álgebra, son un recuerdo, pero un recuerdo útil cuyo interés cuenta mucho más que la duración”.

En tal tiempo “la realidad no es ni absurda ni misteriosa, es clara, casi familiar, reunida a cada instante y contenida en la mano de un creador”.

Y desde aquí hacia el abordaje estético-ideológico, claramente discutible: “el pasado narrativo pertenece entonces al sistema de seguridad de las Bellas-Letras. Imagen de un orden, constituye uno de los numerosos pactos formales establecidos entre el escritor y la sociedad para justificación de uno y serenidad de la otra”.

Barthes refiere la novela como producto burgués cuando su aparición corona el Medioevo y sus temas iniciales referían leyendas, el amor cortesano y una crítica más humana que social.

Su popularización —libro— la propició la imprenta de tipos, de Gutenberg.

Desde estos supuestos en torno al tiempo novelesco, el autor propone refrescar el género mediante la adopción de otros tiempos narrativos, para él más eficientes.

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