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CONTANDO LOS HECHOS – A la escalera del éxito no se sube solo

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 Un rápido re­paso por las biografías de personas no­tables que han alcanzado el éxito nos in­dica claramente que para lle­gar al tope de esta escalera, siempre se necesita la ayuda de otras personas que cons­cientes o no contribuyeron a elevarte al máximo.

Fuera de la familia íntima que siempre contribuye a la mejor formación del indivi­duo, se pueden identificar los personajes que te ayudaron a lograr el éxito. En mi caso, recuerdo que al llegar desde Santiago a la Capital a los 10 años de edad, al poco tiempo, ya viviendo en la calle Benito González esquina Enriquillo conocí a Luisito de Peña, que vivía a corta distancia de mi casa.

Luisito me llevaba tres o cuatro años de edad que en esa etapa eran bastante y ya era un joven en formación. En una ocasión me dijo: Te reco­miendo coleccionar sellos de correos, porque es una activi­dad que te enseña mucha his­toria y geografía, entre otras cosas.

Así lo hice, y terminé con­virtiéndome en negociador de sellos, es decir, compraba y vendía, lo que fue mi prime­ra actividad productiva. Lui­sito, se convirtió en uno de los jóvenes que cuestionaban la dictadura, por lo que en un momento dado, se “perdió”, como se decía en la época.

Miguel Victoria, lo conocí por el intercambio de sellos de correos, y fue la persona que me indujo a aprender el idio­ma inglés, lo que cambiaría de manera muy positiva el curso de mi vida.

Eventualmente, creó el sis­tema de aprendizaje del idio­ma inglés Ives System.

Alfonso Martínez, fue el lo­cutor de la HIZ que se dispuso a enseñarme las técnicas de la locución para yo lanzar mi pri­mer programa de radio “Your Hit Parade”, a los 17 años, en el 1953. Lon Sutherland, fue el dueño de la Agencia de Via­jes que me contrató por ser bi­lingüe y luego me recomendó y me cedió para que avanzara trabajando como asistente de Donald Bryan, Director de Mú­sica y Espectáculos del Hotel El Embajador.

Este señor Bryan en po­co tiempo se regresó a Nueva York y recomendó que yo asu­miera su posición.

Luego Sutherland me reco­mendaría de nuevo, esta vez a Frank Dorman, Director de cruceros del barco Evangeline, para que yo fuera su asistente.

El mismo Dorman, fue mi gran maestro para yo llegar a ser Director de Cruceros.





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