Nacionales
Arriba, abajo, en el medio
Nadie responderá, pues no se querrá cargar con la culpa ¿Por qué se deja para un mañana largo lo que podría hacerse a continuación como parte de lo mismo?
Ahora se nombra una comisión para que acompañe al ministerio de Interior en su pretendida política de seguridad ciudadana y reforma policial.
Le dieron un plazo de un año, y la situación, de tan explosiva o desesperada, no aguanta tanto tiempo. En un año no se muere el rey ni el caballo, pero sí la gente, y se deteriora el ambiente.
Los lodos son de siempre, y también las lluvias.
Aunque obliga pensar ¿por qué después de tanto afanar y discutir una ley de reforma policial bajo el esquema de la Constitución del 2010, no se procedió prontamente a elaborar los reglamentos y los protocolos?
Lo interesante es que esa atribución ya no era de las cámaras, en las que el tiempo se consume en debates, uno de los tantos trucos para no hacer lo correspondiente a cada caso.
Era del Consejo Policial, un organismo rector, pero al parecer integrado por vagos, pues del 2016 a la fecha transcurrieron 5 años.
La buena fe se presume, pero también debe empezarse a presumir la mala. La papa, ya fría, pasó a la cocina de la Policía y no le hicieron ni siquiera un escabeche.
Sorprendente, pero de la legislación solo se consignó lo menos, como si el problema fuera de semántica y no de dirección.
El responsable operativo perdió una categoría añorada de jefe, sustituida por una condición menos pretensiosa de director.
Se habló – creo– de cambiar el corte o el color del uniforme, una tarea que consideró poner en manos de un diseñador de prestigio.
Una comparonería era más importante que la aplicación de las nuevas normas, que se creyó entonces, y por igual ahora, serían fragua de una institución más efectiva, afectiva.
O cercana, como se dice ahora.
Difícil que sea apacible el sueño si se duerme con el enemigo. Las dificultades se creen en la base, pero si mira bien, es en la cúspide.