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Nacionales

A eliminar los factores obstructivos del desarrollo cultural y creativo en RD

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Hay, actualmente, un inusitado interés en las naciones en vías de desarrollo por articular industrias y emprendimientos por doquier. Y, en las desarrolladas, por ampliar las ya conquistadas, mediante la expansión del gasto público y privado en áreas específicas capaces de fomentar la generación de empleo y, desde este, del ingreso, lo que es disponibilidad para el consumo que articula el bienestar.

“Dominicana Creativa”, iniciativa del Banco Popular que hemos ponderado positivamente varias veces en este espacio, alcanza relevancia singular por su impacto sobre un sector que, además de poseer extraordinarias potencialidades de desarrollo, constituye un amasijo de actividades productivas dentro de las cuales adquiere cuerpo, se materializa y deviene palpable aquél factor de valor importante que los gestores de negocios y las industrias designaron antes como “intangible”.

Abinader, promesa de impulsar las industrias creativas

Ese elemento, derivado de la experiencia acumulada, de la imaginación, ideación, formación, capacidad de poner en marcha y otras riquezas personales e institucionales, es determinante en este conjunto de actividades económicas, hoy segmentadas bajo el término “Industrias creativas” y agrupadas en un poderoso engarzado, como gajos de una naranja desde cuyo centro, o punto común, parten sus diversas praxis radiales: la creatividad.

De aquí la designación metafórica otorgada a este amasijo bajo un enfoque disciplinar y metodológico común: la economía naranja.

Durante su campaña presidencial 2020, y delante de quien escribe, el Presidente Luis Abinader se comprometió a impulsar tales industrias. Convocó, a través del Lic. Tony Raful, ex ministro de Cultura y actual embajador y Jefe de la misión diplomática nacional acreditada ante la República Parlamentaria de Italia, a los intelectuales interesados en propiciar el Cambio.

Avituallado de la doctrina económica, su presentación ponderó aspectos destacados del impacto de estas industrias creativas en la economía mundial y, desde esta, en la dominicana, presentándonos un auspicioso estado de situación. Nos vendió el gran sueño de un Ministerio de Cultura direccionado hacia este magno objetivo.

La pandemia ha impedido que esa promesa se cumpla. Quizás porque la cultura y sus diversas actividades, por grupales y presenciales, conforman uno de los sectores más afectados por los cierres, encerramientos y caídas de actividades provocadas por la urgente adopción de medidas sanitarias de control para prevenir el avance de la Covid-19 y sus mutaciones.

La Covid-19: obstructivo coyuntural

Así, la Covid-19 se constituyó en un poderoso lastre para la realización de aquellas promesas, de modo que el consumo cultural nacional se ha visto, desde su estado lastimero anterior, agravado, obteniendo opciones sólo en las ofertas ancladas al Internet.

Entre octubre 2020 e igual mes del 2021, según el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel), la telefonía móvil creció 8.43%; la televisión por suscripción, 2.78% y las cuentas de Internet: 10.18%. Según We are Social, los usuarios de medios sociales (social media) virtuales totalizan 7 millones y aumentaron 600 mil durante la pandemia (+9.4%), representando el 79.2% de las conexiones móviles a través de SIM, las que totalizaron 8.64 millones. El consumo cultural propiciado por esos factores, de bienes creativos, estuvo en auge vías las plataformas de televisión por suscripción (Streaming), cuyo incremento en América Latina fue impulsado por la adquisición de al menos un servicio de suscripción por los consumidores en Perú (83%), y del 81% de estos en Colombia, Brasil, Argentina, México y Chile.

Sin embargo, la pandemia y sus efectos constituyen un lastre coyuntural pues es imposible que las economías no regresen a la normalidad, con nuevos aspectos distintivos como la validación del trabajo remoto y el enclaustramiento de la ciudadanía en las redes de relaciones de parentesco, sociales, económicas, políticas, laborales, vocacionales y de oportunidades que les permitan los “bots” y la definición de perfiles de usuarios de internet.

La meta, superar lastres tradicionales

La pregunta es si las industrias culturales y creativas tendrán, en una nación de economía pequeña, caracterizada por la dependencia y la importación de bienes, oportunidad para producir bienes y servicios creativos competitivos, capaces de enfrentarse a la oferta foránea e impactar poderosamente en los fines de un Estado nacional que requiere acompañantes anidados como valor en el imaginario colectivo para su auto compactación y para promover el crecimiento humano de sus ciudadanías.

También si es posible que en esta economía encuentre lugar y oportunidad la posibilidad de generar resultados económicos que garanticen la sostenibilidad de los emprendedores y empresas que participan en el mercado, incluyendo a sus artistas, profesionales y técnicos, de modos que entre todos conformen un espacio de actividad económica creativa donde el paradigma sea el bienestar de todos.

Este aspecto económico es medular porque es imposible pensar el desarrollo del talento y las industrias creativas sin la sostenibilidad económica que propicie la formación, depuración, entrenamiento, superación continua, supervivencia e irradiación colectiva de ese talento. La gente que sólo ve en las industrias creativas y en la cultura números fríos cual lo hiciera el más común de los administradores y contables, puede cometer el error de subestimar significativamente el precio e importancia de formar talentos institucionales y personales enfocando su carácter de bien “intangible” irrepetible, es decir su carácter de recurso esencial e indispensable en este tipo de industrias generadoras de productos y servicios.

De este modo, la separación de las cotizaciones entre la comunicación de masas y la comunicación creativa, por ejemplo, ocupa un lugar estratégico a destacar allí donde el talento se constituye en la materia prima y, a la vez, en el interlocutor público y pasaporte discrecional entre mercados, sociedades, ámbitos y actores locales y de las más apartadas geografías.

Y a pensar este sueño y hacerlo realidad inspira “Dominicana Creativa” del Banco Popular.

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