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VIVENCIAS – Santo temor y gente corrupta

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Juan F. Puello Herrera

En la Carta a los Filipenses (2,12-18) el apóstol Pablo motiva a seguir actuando en nuestra salvación con santo temor y temblor ya que es Dios quien hace posible anhelar la presteza que ayude a realizar su designio de amor.

De guiarnos por esta directriz sin protestas ni discusiones, asevera Pablo, seremos irreprochables y límpidos, hijos de Dios sin tacha, en medio de gente torcida, corrupta y depravada, entre la cual brillaremos como lumbreras del mundo, mostrando una razón para vivir.

Al perseverar, el premio que recibiremos el día de Cristo será un máximo honor sabiéndonos seguros que nuestra fatiga no ha sido en vano; y aun en el caso de que nuestra sangre haya de derramarse rociando el sacrificio litúrgico que es la fe, nos mantendremos alegres sin importar el precio que se nos imponga pagar. El papa Francisco ha expresado sobre este santo temor no pensar en tener miedo de Dios, más bien se trata de un don del Espíritu que recuerda nuestra pequeñez ante él y su amor, que nuestro bien está en abandonarnos con humildad, con respeto y confianza en sus manos, un abandono total en la bondad de nuestro Padre que nos ama sin reservas.

Agrega el papa, esto hace el Espíritu Santo con el don del temor de Dios, porque al abrir nuestro corazón tomamos conciencia de que todo viene de la gracia y que la verdadera fuerza está

únicamente en seguir al Señor Jesús dejando que el Padre pueda derramar su bondad y su misericordia.



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