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Nacionales

Un hombre nuevo

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El nombre de Jesús no se desvaneció como el humo. Siguió con su divino poder en los apóstoles. Los sucesos posteriores a la Ascensión así lo confirman. Una vez Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena de la oración. En la puerta la Hermosa estaba un mendigo cojo de nacimiento, y Pedro lo sanó  “en el nombre de Jesucristo de Nazaret”. La escena de un cojo andando y saltando de alegría, alabando a Dios, atrajo una gran multitud. A seguidas el vigoroso discípulo aprovechó la oportunidad para predicar al pueblo. Lo que la gente necesitaba era arrepentirse y permitir que Dios le salvara. Dijo a los congregados: “Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados, para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio…”. En otras palabras, cambiad de mentalidad: dejen de hacer lo malo  y vuelvan a obedecer a Dios, por la fe en Jesucristo. Nadie  puede ser feliz cometiendo homicidios/feminicidios, robos, engaños,fornicación, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, envidias, borracheras… cuando Dios declara que la bendición está en apartarse de toda maldad. (Ver Hechos 3:1-26).

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