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Recuerdo – Aquellos años de amor y de heroísmo

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Artículo publicado por Arlette Fernández, viuda del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, en el año 2002

(Al coronel constitucionalista Rafael Quiroz Pérez)

Al caer la tarde del  18 de enero  de 1962 yo me encontraba en mi casa del Barrio para Oficiales de la Base Aérea de San Isidro acompañada  de  mis  hijos esperando la llegada de Rafael.  Quien llegó, sin embargo, fue mi cuñado, Arcadio Fernández,  con instrucciones de sacarme inmediatamente  de la casa.  Cerré  la puerta y salí de allí con mis cuatro hijos y sin nada más.

 Arcadio no decía nada, excepto un  “todo está bien”,  indicio de que algo andaba mal. Sabía que tenía que ver con Rafael. Los dos últimos días Rafael  los había pasado en reuniones y  haciendo  llamadas telefónicas relacionadas con la crisis político-militar que estábamos viviendo.

 Salimos del área militar y  Arcadio  apretó el acelerador.  En  minutos, llegamos  a casa de mis tíos Silvestre y Chea en el Ensanche Ozama.  Nos esperaba  otro vehículo que nos trasladó a un  lugar donde estaríamos   resguardados.

 Tras la salida  de la familia Trujillo, las fuerzas políticas, Unión Cívica Nacional, Partido 1J4 y el PRD,  exigían continuamente  la renuncia del doctor Joaquín  Balaguer, quien permanecía gobernando el país. De ahí la huelga declarada  el 28 de noviembre de 1961.

 El  general Pedro Rafael Ramón Rodríguez Echavarría, un calificado piloto de 37 años de edad, era el Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas y  había  llegado a esa posición porque fue él quien  planificó ametrallar la Base Aérea de San Isidro como fórmula de amedrentar a los Trujillo  para  que se fueran del país.  El plan dio resultado. Pero a   pesar de su bien ganada aureola de héroe, Rodríguez Echavarría suscitó antipatías en el estamento castrense por su activa participación  en los asuntos políticos.

Tras largas y difíciles negociaciones, la huelga terminó y el 1 de enero de 1962 se instauró un  Consejo de Estado, presidido por el doctor  Balaguer y compuesto además por el licenciado Rafael F. Bonnelly, monseñor Eliseo Pérez Sánchez, doctor Nicolás Pichardo y los generales  Imbert Barreras y  Amiama Tió.

 El día 16 de enero,  cuando parecía que el país iba a entrar en un período de calma ocurrieron los hechos del Parque Independencia. Dirigentes de  la Unión Cívica Nacional  participaban en un acto público frente al parque.  Súbitamente,  se presentó al lugar una patrulla de la Fuerza Aérea con tanques de guerra y disparó.  Hubo varios muertos y heridos.

Se encendió de nuevo la capital y el resto del país pidiendo la renuncia de Balaguer y de Rodríguez Echavarría. Los acontecimientos fueron de tal envergadura que esa noche se decretó el estado de sitio. Todas las organizaciones, políticas, obreras, profesionales y  estudiantiles, se manifestaron  abiertamente en contra de esas dos figuras.

 Esa noche, el licenciado Bonnelly, el doctor  Pichardo y monseñor Pérez Sánchez fueron apresados por Rodríguez Echavarría y llevados al Club de Oficiales de la Base Área de San Isidro. Horas después, Balaguer se asiló en la Nunciatura Apostólica y Rodríguez Echavarría instaló una junta cívico-militar encabezada por el doctor Huberto Bogaert.

 El entonces mayor de la Fuerza Aérea Dominicana,  Rafael Tomás Fernández Domínguez, un brillante oficial de  27 anos de edad reconocido  como líder de la joven oficialidad por su conducta y don de mando, estaba resuelto junto a esos  oficiales  a   poner fin a una situación cada día más insostenible.

La  operación se puso en marcha Primero, Rafael  pasó  por el Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas  (CEFA) y  le pidió a su  director y amigo,  el   teniente coronel Elías Wessin y Wessin, que lo acompañara.  En el trayecto Wessin fue enterado del plan.

 Después se dirigió al Batallón Táctico de Antiguerrillas  y le pidió al teniente Rafael Quiroz Pérez,  comandante de la segunda compañía,     un fusil para el coronel Wessin,  y un grupo de soldados.   El teniente  Quiroz  formó la tropa y solicitó  50 voluntarios,  no sin antes decirles que irían en compañía del mayor Fernández Domínguez a una misión muy  peligrosa.  Todos dieron un paso al frente.

 La misión del teniente Quiroz Pérez  era  impedir la  entrada al Club. El coronel Atila Luna  llegó con un grupo de pilotos pero el  oficial   se lo impidió aduciendo órdenes superiores. El coronel amenazó con romper la puerta pero a una señal del teniente,  los doscientos soldados que permanecían discretamente a la expectativa se dejaron sentir.  El coronel Atila Luna se retiró.  

 El mayor Gildardo Pichardo Gautreaux,  subcomandante del Batallón Blindado  y los  tenientes Freddy Piantini Colón y  Marino Almánzar García, entre otros oficiales, desempeñaron  un papel vital   para el éxito de la operación. De ahí, que  cuando Rafael penetró a los jardines del Club, ya había allí un pelotón con 5 tanques AMX.  Rafael  se detuvo  junto al primer tanque e impartió esta orden:   “Si en 10 minutos no salimos del club, vuelen el edificio”.

 Rafael utilizó el factor sorpresa.  Fue lo que se llama una operación  de comando,  que se desarrolla en pocos minutos.   Lo que sucedió en  aquellos  momentos y horas después, es sorprendente.  Algún día les contaremos.

 La orden de disparar quedo cancelada y el teniente Quiroz subió a la segunda planta donde se encontraban Rafael, Wessin y otros oficiales. El general Rodríguez Echavarría le pedía a Rafael que le dijera al coronel  Wessin que bajara el fusil,  porque lucía muy nervioso y  el arma podía dispararse.  El teniente Quiroz   le quitó suavemente de las manos el fusil FAL que momentos antes le había entregado.

 Antes de seguir  hacia la capital con Rodríguez Echavarría detenido,  Rafael pasó por la jefatura de la Fuerza Aérea. La orden impartida a un grupo de oficiales había sido cumplida: el general Santiago Rodríguez Echavarría, -Chaguito- hermano del destituido general, había sido removido como Jefe de Estado Mayor. Este le pidió que no lo llevara  al Palacio porque era peligroso,  pero Rafael se comprometió a preservar su vida  a costa de la suya.  El general “Chaguito” quedó tranquilo porque sabía que Rafael cumpliría su palabra.

 Con un tanque delante y otro detrás, la caravana se dirigió al Palacio Nacional.   Cerca de las diez de la noche el Consejo de Estado, esta vez presidido por el licenciado Bonnelly,  quedó instalado en medio del júbilo popular.

 Los periodistas preguntaban  quién había hecho preso al general Rodríguez Echevarría.  El presidente Bonnelly   señaló a Rafael diciendo: “Ese joven que esta ahí es el héroe”.  Pero él contestó: “No hay héroes. Esto lo han hecho las Fuerzas Armadas por el bien de la Patria y del Pueblo.”

 Mientras todo esto sucedía, mis hijos y yo, acompañados por mis tíos y mis padres, esperábamos atentos y temerosos.  Alrededor de las 8 de la noche,  vimos por televisión al coronel Emilio Ludovino Fernández, hermano de Rafael, cumpliendo lo que éste le había encomendado: informar al pueblo dominicano  que  la crisis político-militar había terminado.

 Pasadas las 10,  llegó mi marido acompañado de unos pocos militares. Vestía traje de campaña  y tenía una ametralladora belga en las manos; calzaba botas negras de reglamento y me pareció un gigante, pero sobre todo muy atractivo. Lo abracé y lo besé, orgullosa  de mi hombre y me apreté contra él cuando me dijo que iba a pasar la noche en la Base Aérea. Sentí la necesidad de protegerlo, pero me tranquilizó saber  que mi padre lo acompañaría.

 Mis hijos y yo dormimos  en casa de mis tíos regresando a San Isidro al día siguiente, cuando ya, aparentemente, no había nada que temer. Nos llevó un vehículo conducido por  un oficial y  escoltas.

Rafael llegó a nuestra  casa a la hora acostumbrada. Se encontraba relajado, fresco,  como si aquella noche no hubiera tenido la tensión que las circunstancias dictaban. Mi padre nos dijo  que Rafael durmió plácidamente mientras el velaba su sueño con una ametralladora en las manos.   Jugaba con los niños y con Rey, su  pastor alemán. Yo lo miraba embobada, orgullosa, pero sabía que mis miedos no terminaban ahí.    Había vivido otras experiencias, no tan peligrosas,  pero igual de mortificantes, suficientes para conocerlo.   Intransigente con su dignidad personal y el respeto a sí mismo. Rabiosamente honesto. Decididamente responsable. Tierno y enérgico a la vez. En aquel momento no comprendí que tener a mi lado a un hombre como él, tenía un precio.

Al  día siguiente, se hizo una reunión en la Base Aérea para elegir por votación a los jefes militares.   Rafael expresó su deseo  de dirigir el CEFA, pero el coronel Wessin y Wessin obtuvo mayoría de  votos y se quedó en el puesto.    Rafael fue ascendido a teniente coronel y  nombrado  sub jefe de la Fuerza Aérea.

Para  asegurar el éxito de la operación, Rafael  tomó en cuenta todos los detalles. El entonces teniente Héctor Lachapelle Díaz, uno de sus mejores amigos,  no fue enterado del plan.  Lachapelle era escolta del general Rodríguez Echavarría y  Rafael  estaba convencido de que él  saldría en defensa del alto jefe militar por su concepto de lealtad.  Con un oficial mandó a decirle  que lo esperara en el comedor del Club Cine, que estaba dentro de la Base.  Después de larga espera, Lachapelle decidió ir a buscar a Rafael, pero fue hecho prisionero y desarmado al salir por la Casa de Guardia.  Esa misma noche  Rafael dispuso que el teniente Lachapelle Díaz  estuviera directamente bajo sus órdenes como Encargado de la Sección de Instrucción de Infantería de la FAD.

 Pasaron  más de dos años y  Rafael y el general Rodríguez Echavarría  se encontraron  en la casa que ocupaba el presidente Juan Bosch en  Puerto Rico, durante los acontecimientos de abril de 1965.

 Don Juan contaba que  le pidió a ambos que se saludaran como compañeros de armas y olvidaran el pasado:  “El coronel Fernández Domínguez, que sabía  mandar porque sabía obedecer, se cuadró y  saludó, a lo que respondió en igual forma el general Rodríguez Echavarría, dándose los dos las manos y,  sin hablar una palabra del pasado, volvieron a actuar juntos en los episodios que les pedí que lo hicieran. Los dos fueron a Venezuela, hacia donde los mandé a gestionar la manera de salir ellos y yo desde ese país hacia Santo Domingo para lo cual le llevaron una carta mía al  presidente de Venezuela,  Raúl Leoni, que era un amigo mío de muchos años. El presidente Leoni dijo que no podía dar su consentimiento para que se hiciera ese viaje.  A ese fracaso se debió que el coronel Fernández Domínguez no pudiera llegar al país antes de lo que llegó.

  “El general Rodríguez Echavarria me había contado en el año 1964,  que cuando  dos oficiales (teniente coronel Elias  Wessin y Wessin y el mayor Rafael Fernández Domínguez)  fueron a detenerlo, él le había dicho al de mayor graduación:  -¡Muchacho, ten cuidado con esa ametralladora que se te puede zafar un tiro y matarme!. Pero cuando le vi los ojos a Rafaelito me di cuenta de que era él quien iba a matarme si yo no me daba preso”.

 La doctora Milagros Ortiz Bosch vivió una experiencia similar:  “El profesor Bosch había restablecido la amistad entre el general Pedro Rafael Rodríguez Echavarría y el coronel Fernández Domínguez.  Con motivo de su encuentro en relación con el viaje que hicieron a Caracas, el general le diría al coronel: “Rafael, si no me hubieses hecho preso en el 1962,  otra fuera la situación.  Estaríamos más adelante en el proceso”.

 El coronel Fernández Domínguez se puso de pie, tocó como es uso militar los tacos de sus botas y le respondió: “Con permiso del señor Presidente, -así siempre se dirigía al profesor Bosch,- cuantas veces usted se equivoque, general, y quiera actuar en contra del pueblo dominicano, yo lo volveré a hacer preso”.

 El era así,  un ser humano excepcional, todos los dias,  a toda hora.

 El tiempo pasa  y   nos arrastrará  a nosotros con él.  A sus hijos y a mí; a sus familiares, compañeros y amigos; a los que lo aman y lo respetan y también a los  que usurpan  sus acciones  y  hasta sus ideas.    Nuestras voces  callarán, pero  la   de Rafael   retumbará    siempre,  clamando a las  generaciones   por una entrega total a  su Patria y a  su Pueblo. Como lo hizo él.

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