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IDEANDO – Adiós a una madre perfecta

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Los que fuimos criados por madres solteras y además tenemos un origen social humilde, crecimos con muchas limitaciones, pero al mismo tiempo grandes privilegios y satisfacciones : fuimos levantados por mujeres que prácticamente consagraron su vida a nosotros y lo dieron todo por nuestra formación doméstica y escolar.

Esas madres eran las que nos llevaban el jugo al recreo de esas pequeñas escuelitas casi rurales, las que nos arreglaban la ropa con esmero para que siempre anduviéramos limpios, las que nos dormían en sus piernas y nos enseñaban algunas oraciones antes de dormir, las que nos compraban los útiles escolares con sacrificio enorme, las que guardaban los centavos para nuestros antojos, las que nunca cerraban la puerta de la casa antes de nuestra llegada, en fin, esas madres  eternas del amor puro y la entrega plena, nunca se van porque están en la memoria de los años y en la cotidianidad de nuestras vidas.

Así era mi madre, Jesucita Cordero, una mina de ternura y protección. Ese esfuerzo suyo por encaminarnos hasta donde alcanzaban sus fuerzas y sus recursos lo recordaremos por siempre y estará sembrado en nosotros hasta el final de nuestros días.

Si la gente es siempre juzgada en el más allá  por sus actos en la vida, no tenemos duda de que mi madre será premiada con un descanso eterno en el más hermoso lugar del cielo.

Quiero concluir diciendo, de manera categórica, que para mí, ella fue una madre perfecta, cariñosa y protectora.





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