Como todo proyecto de Nación y Estado, la República Dominicana tiene sus detractores interesados. Y, también, sus constructores invencibles y cotidianos.
A diario, millones de nacionales reciben la alborada como bendición que trae la oportunidad de construir vidas y futuro mejores para sus seres queridos y conciudadanos.
Están aprendiendo que las empresas crean soluciones a favor de los demás y que estos pagan los consumidores. Quien no satisface necesidad, delinque o quiebra.
Con esas luminosidades, recargados como supermanes por las iridiscencias, se asumen faenas y tareas; se avanzan objetivos y metas, siguiendo el camino que con sus hilos de Ariadna se han resguardado.
Son estelas nacidas de los sueños. Vienen desde la inexistencia y lo intangible a aposentarse en tareas y realidades; en cosas palpables, resultado, productos, iniciativas, fecundas, formidables.
Los niveles de crecimiento de la economía nacional, según los informes del Banco Central de la República Dominicana, tienen detrás, bajo su piel estadística, esa realidad importante; ese empuje vital de una nación integrada por hombres y mujeres que decidieron no amilanarse ante la amenaza pandémica, los cucos y espantapájaros de las obstrucciones y, mucho menos, ante las palabras que revisten lo alcanzable con los harapos inservibles de lo imposible.
Así aunque se deplore el caos en que ha devenido la ciudad, por el tránsito, este mal muestra el afán de avanzar de la gente; ilustra cuántas personas toman sus destinos en sus propias manos; como vienen, cual ejército de hormigas, a las ciudades para en ellas, a través de sus vías que reclaman mejor planificación y re entronques urgentes, empujar los sueños a la velocidad de sus autos; al ritmo de las músicas que escuchan en sus radios; al calor de los sentimientos que los mueven e impulsan.
El dominicano es laborioso, es lo que dicen esas estadísticas. No hay mal gobierno que con nuestro pueblo pueda. Mucho se ha hecho para que hoy el país estuviese sepultado.
Es lo que sugieren los juicios que discurren en la justicia. Sin embargo, en medio de la pandemia, el país escoge vacunarse, emprender y trabajar.
Es motivo suficiente para admirarnos y felicitarnos.
Nos restablecemos a niveles del 2019 porque todos estamos contribuyendo a tales resultados. Incluso en medio de las carestías que bajo el pretexto o causa de la Covid-19 se desata por doquier como condena a los sueldos y salarios, como penalidad oportunista en mercados no regulados.
No nos han vencido las adversidades.
Menos las voces que salieron a vender el destino inevitable de fracaso.
República Dominicana se fortalece por el trabajo, por su gente laboriosa, por quienes escogen producir y construir; edificar y sembrar; aprender y enseñar; empujar y apoyar.
Por un lado están las vacunas, y no han faltado. Por el otro, los cuidos de la salud que la gente aprende, muy bien, forzosamente porque, quizás, en el sentimiento íntimo, en la íntima convicción que con él se conjuga, ya sabemos que debemos continuar luchando contra las pandemias sin dejar de amar, trabajar y producir.
Así es como avanzamos.
Por este logro merecemos felicitarnos.
(function (d, s, id) {
var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0];
if (d.getElementById(id)) { return; }
js = d.createElement(s); js.id = id;
js.src = "https://connect.facebook.net/en_US/sdk.js";
fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs);
}(document, 'script', 'facebook-jssdk'));