Entre las cualidades cardinales de Raquel Peña, vicepresidenta de la República, destacan, entre otros aspectos: la honestidad, inteligencia y autenticidad como cultivo de la política. Son los hechos mismos los que han construido un discurso político a su favor.
Esto significa que estas cualidades sociales, políticas y humanas reflejan, en cierto modo, un abanico de argumentos cuantitativos que la hace merecedora de alcanzar el poder político en un futuro muy cercano.
Grosso modo, está demostrado que no hace sombra al presidente Luis Abinader, que no busca protagonismo y, por esa razón, no tiene rechazo en la sociedad ni dentro del Partido Revolucionario Moderno (PRM); y es por esa razón que tiene una fuerza suficiente que la convierte en un referente especial y puro.
Experta en asuntos administrativos, cuyo rol como vicerrectora de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, pone en contexto el respeto y el reconocimiento de la cúpula de la Iglesia católica y de otros sectores muy importantes de Santiago de los Caballeros.
Por lo tanto, su hoja de servicio es bien valorada por la opinión pública porque tiene transparencia, capacidad y la coloca en primer plano su condición de mujer reservada.
En términos generales, Raquel Peña representa uno de los mejores activos del gobierno de Luis Abinader Corona: leal, sincera, trabadora incansable y de visión transformadora siguiendo los lineamientos de su jefe político.
Como jefa del gabinete del Ministerio de Salud Pública, bajo las orientaciones del jefe de Estado, desarrolló una estupenda labor con relación a la epidemia de la COVID-19, demostrando con ello los alcances de su capacidad y su gran sensibilidad social.
La vicepresidenta Raquel Peña entiende su ejercicio como un complemento de su vida, suscitando al respecto sinergia con la gente. A esto se agrega su personalidad llana y cordial que prueba una vez más la fuerza y la hondura extraordinarias de su compromiso con la gente.
De esa manera va apuntalando un liderazgo con mucha carga de pasiones y visiones que la catapultan como una futura presidenta de la República. En ese tenor, Raquel Peña ocupa el primer lugar, porque vive la política como un apostolado y la ejerce con fervor para afirmarse ante sí misma y los demás.
Siempre tiene algo nuevo que decir, por lo que no cabe duda de que su vehemencia afortunadamente configura el deleite del quehacer político no contaminado. Si las mujeres quieren ganar espacios y reivindicaciones, en Raquel Peña tienen un referente. Hago la pertinente salvedad de que estamos hablando de un histórico momento en el que Luis Abinader Corona dé paso a otros competidores por el solio presidencial.
Raquel Peña representa un sujeto colectivo que da testimonio de su preocupación por las distintas clases en aspectos de reivindicaciones. Es una mujer vanguardista, lo que contradice el discurso de algunas personas que la tildan de conservadora. Bastaría redescubrir su pensamiento liberal para llegar a la recta convicción de que en la vicepresidenta de la República lo más importante no son los modismos sino el papel que debe jugar una mujer de su condición en una sociedad con tantos prejuicios y desigualdades sociales, económicas y culturales.
¿Tiene Raquel Peña la posibilidad de llegar a ser presidenta de la República en estos tiempos convulsos en que vivimos? Sí, tenemos mucha fe en ese aspecto.
Con Raquel Peña se da el fenómeno de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Lo patético de una realidad, lo ingenioso de una necesidad humanística, social y política.