El presidente John Kennedy suscitó una gran esperanza al ganar las elecciones presidenciales en Estados Unidos en noviembre de 1960. Encarnó una escuela de pensamiento vinculada a la facultad y la tradición liberal norteamericana, contrario a los intereses confrontativos y conservadores del Partido Republicano. La Administración del saliente presidente Eisenhower le dejó dos encargos a ejecutar, la muerte del dictador Trujillo en Santo Domingo y el derrocamiento del gobierno revolucionario de Fidel Castro en Cuba. Para ello las directrices emanadas del polo hegemónico imperial eran taxativas e inaplazables. Trujillo, antiguo aliado de la política estadounidense en la lucha frontal contra el comunismo ruso, sobre todo después de la recomposición política y militar de la Segunda Guerra Mundial, forjado militarmente durante la ocupación de los “marines” en el período 1916-24 del siglo pasado, se hubo de proclamar el “Primer anticomunista de América”, no sin antes, en el interregno 1937-41, haber coqueteado ostensiblemente con el Eje Nazi fascista. Trujillo se convirtió en un incordio indeseable para la lucha democrática del continente. Prepotente y abusador se arrogó funciones y decisiones que extralimitaban su jurisdicción en la zona del Caribe y Centro América, incluso interviniendo groseramente en otras naciones y en la propia Norteamérica, como lo definió el periodista German Emilio Ornes Coiscou, al calificarlo como “un pequeño César del Caribe”. El Generalísimo puso y quitó gobiernos en el área, mató y atentó contra las vidas de mandatarios e intervino en acciones delincuenciales en el propio territorio de Estados Unidos. El otro plan debidamente elaborado por el presidente Eisenhower era la invasión a Cuba para extirpar la amenaza que representaba para Estados Unidos, la existencia de un gobierno comunista a 90 millas de su territorio. Resulta que Kennedy no cumplió íntegramente con ninguna de las dos encomiendas. En el caso de la muerte de Trujillo, retiró días antes toda protección y participación directa de la Agencia Central de Inteligencia CIA en el ajusticiamiento, aun cuando sus agentes llegaron a entregar armas a los conspiradores, se desligó por escrito de toda asociación del Gobierno de Estados Unidos en ese hecho. El pretexto argüido no carecía de lógica, después del fracaso estrepitoso de la invasión de Playa Girón a Cuba, Estados Unidos no podía aparecer asociado al asesinato de Trujillo con la incertidumbre del vacío de poder que podría crearse en Santo Domingo. Kennedy no cumplió con la segunda parte del apoyo a la invasión a Cuba de los exilados, dejándolos a merced de las fuerzas de Castro. Kennedy concebía la experiencia dominicana de 1963 con Bosch como una vitrina democrática del Caribe, donde apoyaría reformas para contraponerla a la revolución cubana, de ahí la creación de “La Alianza para el Progreso”, y de ahí el respaldo de los líderes demócratas del área como Betancourt, Muñoz Marín, Figueres. Matar a Kennedy fue un objetivo logrado de la mafia, el sector conservador, los cubanos exiliados y la CIA, quienes lo veían como un traidor. El sucesor de Kennedy no tenía nada que ver con el pensamiento de Kennedy. Johnson era su adversario interno y representaba el ala conservadora a ultranza del Partido Demócrata.
});
fbq('track', 'PageView');
});
fbq('track', 'PageView');
(function (d, s, id) {
var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0];
if (d.getElementById(id)) { return; }
js = d.createElement(s); js.id = id;
js.src = "https://connect.facebook.net/en_US/sdk.js";
fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs);
}(document, 'script', 'facebook-jssdk'));