Hemos visto cómo Francia fue la gran perdedora de la Guerra de los Siete Años (1757 – 1763) mayormente en la América del Norte e India. Luego del Tratado de París de 1763, el Duque de Choiseul se ocupó de reorganizar la marina y el ejército francés para cuando viniera la oportunidad vengarse de Inglaterra.
La esperada ocasión llegó con la sublevación de las colonias inglesas de la América del Norte y su Declaración de Independencia de 1776. Los franceses educados vieron en este alzamiento contra la arrogante y victoriosa Inglaterra, una lucha del espíritu ilustrado contra la tiranía inglesa. Cuando Benjamín Franklin apareció en Paris vestido con los rústicos atuendos de un colono de la frontera, ganó mucha simpatía para la causa americana. Pero la simpatía no gana guerras. Muy pronto, la corona francesa empezó a ayudar discretamente a través de una compañía fantasma, “Rodrígue y Hortález” creada por el gobernador de Nueva Orleans, entonces española, con agentes, como el pintoresco Pierre Agustin Caron de Beaumarchais, empresario, espía, inventor, relojero, músico y autor de las comedias como El Barbero de Sevilla y Las Bodas de Fígaro. La Compañía aportó pólvora, armas y efectivo. Se ha calculado que el 90% de las armas empleadas por los americanos en la batalla de Sarasota (1777) tenían origen francés.
Fue en ese momento cuando un joven francés de 20 años, el marqués de Lafayette (1757 – 1834) se unió a la causa americana. Llegaría a ser ayuda de campo de George Washington, General y amigo querido de Alexander Hamilton y conocido de Thomas Jefferson. Francia reconoció la independencia de los Estados Unidos el 6 de febrero de 1778. Lafayette jugó un papel importante en bloquear al general inglés Cornwallis en Yorktown, donde se rendiría en 1781, cercado por tierra y en el mar, asediado por la flota francesa de De Grasse.
El Nuevo Mundo americano influyó en la revolución francesa (1789 – 1799). Destaco tres impactos: primero, apoyar a los americanos le generó a Francia una deuda de tal magnitud, que necesitó convocar los Estados Generales en 1789, pretendiendo que el clero y la nobleza pagaran impuestos. Segundo, la Declaración de los Derechos del Hombre y tercero, la creación de la Guardia Nacional. Los estudiaremos en ese orden.
El autor es Profesor Asociado de la PUCMM.
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