Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.
Hay que ser un maestro para escribir una nueva historia de La Revolución Francesa (1789 – 1799) en un libro de bolsillo (2002) con menos de 250 páginas, sin contar apéndices (gratis en internet). La proeza es de Peter McPhee (1948 -), catedrático de historia en la Universidad de Melbourne, Australia con varias publicaciones sobre la Francia moderna, entre las que destaca su obra (1992) A Social History of France, 1780 – 1890. Luego de dirigir la escuela de graduados, el departamento de historia y fungir como presidente de la universidad de Mellbourne, McPhee se retiró el 14 de julio del 2009 (día de la toma de la Bastilla) para continuar en los surcos y trapiches académicos. Coursera ofrece gratis sus clases sobre la revolución francesa.
Los detalles, más que las montañas de libros nos ayudan a comprender estos tiempos virales y coronados que vivimos. Por ejemplo: Alexey Navalny condenado a varios años de prisión en Rusia por cuestionar a su majestad Putin; el Senador McConnell responsabilizando a Trump del asalto al Capitolio; Trump calificando a McConnell de “tieso, huraño y amargado farsante” y McConnell asegurando: votaría por Trump si fuese ¡el candidato republicano! El estelar McPhee introduce las vinculaciones de las revoluciones americana y francesa con un simple detalle: Lafayette le envió un juego de llaves de la Bastilla a George Washington con este mensaje: “en calidad de << tributo que debo como hijo adoptivo, como ayudante de campo a mi general, y como misionero de la libertad a su patriarca>>.
Para hacerse una idea personal de la revolución francesa hay que surcar mares de tinta impresa por más de 200 años y luego remontar un río de sangre, para llegar a ese momento lleno de esperanza en que el flamante presidente de los Estados Unidos le escribía a su enviado en Francia, el gobernador Morris, el 13 de octubre de 1789: “La revolución que se ha llevado a cabo en Francia es de tan maravillosa índole que la mente apenas puede reconocer el hecho. Si termina como [yo] pronostico, esta nación será la más feliz y poderosa de Europa”. Con Washington se entusiasmaron los poetas Wordsworth y Coleridge y gigantes como Beethoven, Goethe, Fichte, Hegel y Kant. Clío alecciona: hubo luces y sombras.
El autor es Profesor Asociado de la PUCMM
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