Tiempos difíciles es el título de una novela del mejor narrador inglés -conforme mi modesta capacidad de apreciación-, Charles Dickens. Siempre ha habido tiempos difíciles. Cuando no se verifican en una sociedad, o parte de ella, se verifican en otra. Igual los tiempos pueden ser difíciles para cualquier persona en particular, aquí o allá. La dificultad, sea de una sociedad, de un país o de una persona puede ser una situación circunstancial, efímera o de larga duración.
En estos días tuve la oportunidad de conversar con un mentor que se quejaba de que el país estaba atravesando una de las situaciones más difíciles de toda su historia. Me hizo toda suerte de conjeturas acerca de las causas de la situación en la que estamos inmersos y, como es natural, como suele suceder todas las veces que se buscan motivos entre humanos y respecto de los humanos, recaló en el cariz político de tales causas. Como no podía ser de otra manera, ya que tanto existen quienes le atribuyen a la gregariedad la política como los que le atribuyen a la política la gregariedad. Y más aún, hay quienes afirman con Foucault que “la vida misma es política”.
Cabría admitir que existir implica vencer dificultades permanentemente. Sin embargo, si no las sabemos gestionar a partir de una adecuada evaluación y sus posibles soluciones, ellas podrían terminar con nuestra paz y hasta acabar con nosotros. Hay que empezar por saber que su importancia, en modo alguno, debería estar vinculada a una cuantía, sino al valor que cada hombre, en “su provincia” –tomando el término prestado a Canetti–, le asigne tanto a los bienes materiales como a los espirituales. Por lo que a todos nos haría bien hacer una revisión de cuáles cosas demandamos para sentirnos satisfechos. Se impone detenernos en el contenido de las cosas que colmarían nuestros anhelos y definir cuánto tienen de banal y cuánto de edificante.
Con todo, para mí, el mejor activo de un país, de una nación lo es el optimismo. La historia está llena de ejemplos sobre pueblos que, merced a su optimismo y su férrea voluntad –sin que se pueda ignorar, claro, la consabida dosis de azar–, han alcanzado su progreso, y hasta su desarrollo: Japón, Alemania, Israel, por mencionar solo algunos. La política y lo político existirán siempre, pero son nuestras concepciones y visión del mundo las que le darán sentido y fijarán su horizonte.