Los caballos que se desesperan, que quieren correr antes de tiempo y se salen de la gatera, nunca llegan primero a la meta.
Eso deben tenerlo en cuenta los dirigentes del PLD que fueron promovidos a instancia como la secretaría general, a órgano como el Comité Central y organismo como el Comité Político.
Ocupan nuevas y mejores posiciones, pero todavía no se conocen todas las razones del ascenso. Por qué unos sí y otros no, y la no determinación puede llevar a confusión.
Muchos resuelven de manera fácil lo sucedido. Con decir que el danilismo — como el Barbarazo de Wilfrido Vargas — “acabó con to”, rinden tributo a la pereza.
En el caso, sin embargo, habría que fijarse en detalles. Robert de la Cruz, quien había sido llevado al CP por el danilismo militante, cuando se llenaron las vacantes dejadas por los leonelistas, ahora perdió ese pito, aunque conserva la flauta del Comité Central.
De la Cruz no solo tuvo y tiene obligaciones en el partido, sino que también es un hombre del entorno del flamante presidente Danilo Medina.
Nadie más cercano a un jefe que un miembro de su seguridad, y el higüeyano lo ha sido por años.
La exclusión de Eduardo Selman también intriga, y no solo debe pensarse en el danilismo, sino en algo más significativo.
Selman era un hombre de la casa de Juan Bosch, e incluso fue emblemático en un tiempo como el único riquito del PLD.
En lo que se conocen intimidades y se explican mejor las cosas, hubo un cambio crucial en las votaciones del pasado domingo.
No se bajó línea ni se sometió plancha, como era la vieja costumbre. Todos los aspirantes al Comité Político corrieron a suerte y riesgo, bajo el entendido de que eran soldados de una misma causa. Fue de sí y entre sí que se escogieron, y no fue obra de las bases, distantes por su condición, sino del Comité Central.
Y nadie conoce mejor a un postulante que un compañero de su nivel. Lo tiene de ahí-ahí, y no hay manipulación posible.