En el inicio del período llamé la atención sobre diferencia de gestión. Que mientras Danilo Medina se le daba la visita sorpresa, Luis Abinader la anunciaba.
Lo que en el antecesor era estilo personal, en el sucesor forma de gobierno.
La observación lleva a la comprobación, y a la confirmación. Los consejos de ministros, por ejemplo, que seguirán pueblo por pueblo y serán agenda semanal.
O mensual, dependiendo.
El marketing no roba tiempo, sino que por el contrario, lo aprovecha. No importa el costo económico, la movilización del pleno, si el dividendo político es apreciable.
Cuantioso.
En el Palacio Nacional no hay fantasmas, y menos de día, pero por alguna razón (que so
lo él conoce), el mandatario gusta compartir el poder con la calle, con las poblaciones.
Los despachos oxidan, a menos que el jefe del Estado sea Joaquín Balaguer y los impedimentos físicos obliguen a la reclusión.
A Hipólito Mejía le comían los pies y salía, dicen que a dar vueltas, pero las visitas de entonces, que parecían personales, eran de reconocimiento y control.
Al presidente Abinader ya le tomaron medida a la boca, y se afirma que mientras más le coge piso al gobernar, habla menos.
Antes era un dos por uno, como happy hour, pues al caminar se añadía la locuacidad. El estadista por lo general habla cuando la circunstancia obliga o hay necesidad.
Los consejos de ministros serán extensiones de la rendición de cuentas del pasado febrero, y lo que no se dijo entonces en el recinto del Congreso Nacional, ahora in situ.
Con la presencia de las autoridades y la gente de cada localidad.
Si lo que se asegura en cada lugar se cumple de manera inmediata, o a mediano plazo, el dinero correrá por las comunidades cercanas o distantes.
En los barrios y en los pueblos.
No será Keynes comiendo con su dama, ni demanda inducida, pero sí una economía de conjunto que no discrimina.
Que tanto se despliega en el norte, como en el este y el sur, pues todavía es consigna y se dice: Primero la Gente.