Aunque su nombre no corresponde al de una celebridad ni su fallecimiento se hizo viral en las redes sociales, Alcibíades Rodríguez fue un hombre ejemplar y eso le confiere importancia en una era de banalidades.
Él fue un modelo social digno de elogios porque todo lo que obtuvo en vida lo consiguió con honestidad.
Se graduó con honores en la Pucamaima, viajando diariamente desde Jima Abajo, La Vega, llevando en sus bolsillos solo sueños y deseos de crecer.
También se graduó con honores en sacrificio, tenacidad, persistencia, deseos de superación, en fin, se graduó con honores soportando pesares en un trajín diario de calamidades.
Él era el esposo de mi cuñada Rosa Julia y padre de tres jóvenes profesionales a los cuales formó con decoro y rectitud.
El viernes, Alcibíades perdió la batalla contra el cáncer, enfermedad que combatió durante casi un año y al que no pudo vencer durante casi un año de lucha.
Cuando perdemos seres queridos, personas que han conquistado nuestro afecto, resulta muy difícil encontrar palabras que definan nuestra pena.
De todos modos, a pesar del dolor que ha producido su partida, debo decir que Alcibíades Rodríguez fue un modelo social, un ejemplo de bien. Una persona que todo lo que obtuvo en su vida lo consiguió trabajando, con esfuerzo propio. Concluir su carrera fue una verdadera odisea de sacrificios.
Como profesional, a juzgar por los testimonios de sus compañeros de trabajo, era excepcionalmente puntual y perfeccionista. Perseguía siempre la excelencia.
Hoy, además de esa fama profesional, de sus méritos como estudiante sacrificado, como persona que alcanzó lo que soñó, también deja un maravilloso recuerdo de padre estupendo y una fama grandiosa de buen hijo y excepcional esposo, en fin, nos queda su innegable condición de persona honesta, responsable y laboriosa que de seguro no olvidaremos jamás.