Me dicen que en Pimentel, nuestro inolvidable y querido pueblo, hace meses, las autoridades iniciaron unos trabajos de reconstrucción en el sistema cloacal, en las calles, el parque y otras áreas, todos a la vez, que han empobrecido la calidad de vida de su gente y que tienen la población al borde de la desesperación por la lentitud con que avanzan los mismos. Cuando llueve, el pueblo se encharca y se vuelve un lodazal. Cuando no, el polvo y la suciedad son azotes soberanos que nublan sus calles y degradan la calidad de vida de su gente. Esta situación tiene a la población desesperada. La gente quiere ser paciente porque esas obras son necesarias, pero la lentitud siembra pesar y desolación.
Como se trata de un pueblo paciente, tolerante y pacífico, la población teme que las precariedades presupuestarias del estado paralicen estas necesarias obras y dejen al pueblo hecho un cráter lunar del tamaño del Aitken. Mientras tanto, la gente teme, pero no dice nada. La gente murmura, pero no hace nada. Las autoridades callan, no dicen nada. El pueblo se hunde, pero no pasa nada. Si los trabajos fueran a un ritmo más acelerado, posiblemente nadie en el pueblo tuviera aprehensión alguna sobre estas obras y los temores no existieran, pero si todo continúa a cuentagotas, como ha sucedido hasta este momento, hay razones de sobra para dudar y descreer.
Crucemos los dedos.