El 31 de diciembre pasado, como celebrando el primer triunfo científico sobre el SARS-Cov-2, los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos (NIH, por sus siglas inglesas) ofrecían en línea el ensayo publicado y traducido al chino el 10 de ese mes por la New England Jornal of Medicine (Revista de medicina “Nueva Inglaterra”) bajo el título “Seguridad y eficacia de la vacuna BNT162b2 mRNA Covid-19”.
“BNT162b2 mRNA” refiere el nombre técnico asignado a la vacuna contra el Covid-19 desarrollada por BioNTech & Pfizer.
El ensayo fue realizado por un equipo de expertos integrado por Fernando P. Polack y colaboradores. Su hallazgo relevante: la efectividad de esa vacuna ronda el 95%.
Lo trascendente fue que la publicación editorializara sobre la importancia de tales resultados, en tono responsablemente elogioso.
Eric J. Rubin, MD, Ph.D., y Dan L. Longo, MD escribieron conjuntamente su percepción editorial sobre el mismo, resaltando que suplía una “respuesta y es muy alentadora” a la pregunta dominante en los ámbitos público y científico: “¿Serían estos nuevos productos eficaces y seguros?”.
Sumariamente explicaron que “En este ensayo, 21.720 participantes recibieron BNT162b2 y 21.728”, placebo. Ambos grupos fueron inyectados con un intervalo de 21 días. “Las personas con obesidad u otras afecciones coexistentes estuvieron bien representadas y más del 40% de los participantes tenían más de 55 años”.
Bajo la mirada analítica de estos editores científicos, era imperioso buscar la piedra en el zapato. Y la buscaron, para terminar señalando que “Aunque el ensayo no tiene el poder estadístico para evaluar subgrupos, la eficacia pareció ser similar en personas de bajo y alto riesgo, incluidas algunas de comunidades que han sido afectadas de manera desproporcionada por la enfermedad, y en participantes mayores de 55 años y los menores de 55 años”. Vincularon los “eventos adversos” a la “reactogenicidad” de las vacunas o reacción orgánica ante organismos extraños invasores, patrón que “parece ser similar al de otras vacunas virales”.
Cuando un medio científico acreditado afirma que “los resultados del ensayo son lo suficientemente impresionantes como para sostenerse en cualquier análisis concebible”, no quedan razones para creer las campañas mediáticas de las guerras comerciales o las teorías conspirativas de extinción humana.
Que estas vacunas puedan evitar que la infección de SARS-Cov-2 produzca una Covid-19 grave, letal, justifica su aprobación pública.
Analizando los resultados de los ensayos que evalúan la eficiencia de las vacunas aprobadas y en circulación, la gente debe entender claramente que al vacunarse garantizará en 2025% no sufrir Covid-19 grave y que, contrariamente, al no vacunarse incrementará en igual proporción ese riesgo. En términos digeribles: no vacunarse es aumentar 20.25 veces el riesgo de sufrir Covid-19 grave.
Afortunadamente, en República Dominicana, la credibilidad y empeño oficiales están venciendo las campañitas anti-vacunación y están casi agotadas las 980 mil vacunas de que disponía este gobierno que espera 1 millón más. La ciudadanía está respondiendo positivamente a un Plan Nacional de Vacunación que marcha viento en popa.
¡A vacunarnos!
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