Al PLD de Danilo Medina le critica la Fuerza del Pueblo de Leonel Fernández su abandono de los principios de Juan Bosch.
El hecho es interesante, y demuestra que la política es un bufeo, pues de ese abandono se acusaba al PLD cuando no se había dividido.
Lo mejor de todo es que la denuncia, cuando era al conjunto, era suscrita por el universo contrario al partido morado en el poder, y ahora que es a una parte, también. No se advirtió ni advierte que esos núcleos políticos o de sociedad civil no fueron partícipes de las ideas o luchas de Bosch en ese tiempo.
Eran contrarios al líder ad vitam del PLD, y esos señalamientos tenían un propósito de enfrentar a los peledeístas entre sí. Antes no, pero ahora sí la insolencia parece ser efectiva, ya que los que abandonan el barco de la estrella amarilla, dicen hacerlo por ausencia de los principios fundadores.
El PLD intenta corregirse, y el Congreso y las acciones que todavía sigue tomando van en esa dirección. Asemejarse al partido de los primeros tiempos, cuando Bosch era lúcido y se afanaba en completar la obra de Juan Pablo Duarte. Que se sepa, ese empoderamiento político no provoca en los tránsfugas ningún efecto, ya que no se registra retorno.
O por lo menos no en los términos de recuperar las potencias de tiempos atrás, y que extrañamente tampoco sería igual al reinado de Bosch.
Ese es un punto que no se tiene en cuenta, ni los críticos de afuera ni los detractores de adentro. El PLD creció de manera desproporcionada en su hora de poder, y logró hacerse con el gobierno, porque dejó de lado los principios de Bosch y lo sustituyó por el pragmatismo de los emergentes. Lo de Bosch era una larga lucha, como la de Mao Tse Tung en China o el tío Ho en Vietnam. Los muchachos encontraron el bajadero de Joaquín Balaguer, y coronaron.
Si es por Bosch o con Bosch todavía estuvieran vendiendo periódicos en las esquinas o haciendo rifas para financiar sus actividades.
Decir lo contrario sería mentir.