{"id":19021,"date":"2021-09-05T06:02:06","date_gmt":"2021-09-05T10:02:06","guid":{"rendered":"https:\/\/prensaxtremard.com\/nacional\/papente-de-corso-los-ojos-de-viktor-korchnoi\/"},"modified":"2021-09-05T06:02:08","modified_gmt":"2021-09-05T10:02:08","slug":"papente-de-corso-los-ojos-de-viktor-korchnoi","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/prensaxtremard.com\/nacional\/papente-de-corso-los-ojos-de-viktor-korchnoi\/","title":{"rendered":"Papente de corso – Los ojos de V\u00edktor Korchn\u00f3i"},"content":{"rendered":"
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Hotel Savoy, en Z\u00farich. Se juega durante algunos d\u00edas el torneo de ajedrez patrocinado por el millonario ruso \u00d3leg Skv\u00f3rtsov y protagonizado por algunos de los jugadores m\u00e1s importantes del mundo. Durante cada jornada, hora tras hora, todo transcurre en el silencio adecuado, s\u00f3lo roto por el chasquido de los relojes despu\u00e9s de cada jugada o el suave golpear de las piezas en los escaques. Suena un breve aplauso, como mucho, al final de alguna partida. Est\u00e1n aqu\u00ed Anand, Aroni\u00e1n, Kr\u00e1mnik, Karjakin\u2026 Algunos de los grandes maestros. La \u00e9lite perfecta, o casi. Para quienes, pese a ser jugadores mediocres como yo, hace tiempo sustituimos a Dios por el ajedrez -encontrando en \u00e9ste m\u00e1s l\u00f3gica y consuelo que en una plegaria, un altar o un confesonario-, ver a esos ajedrecistas en acci\u00f3n, inclinados sobre sus tableros, es como asistir a misa en una iglesia tranquila: algo que serena mucho el esp\u00edritu.<\/p>\n

Esta ma\u00f1ana, adem\u00e1s, es diferente. Como acontecimiento excepcional y casi hist\u00f3rico, V\u00edktor Korchn\u00f3i, que tiene ochenta y cuatro a\u00f1os, juega una partida amistosa contra el alem\u00e1n Uhlmann. Ayer tuve ocasi\u00f3n de estudiar muy de cerca al viejo Korchn\u00f3i, a su lado entre el p\u00fablico, observ\u00e1ndolo mientras \u00e9l miraba a los que jugaban. En una silla de ruedas desde que sufri\u00f3 su segundo ictus, muy sordo, en estado casi vegetal, asistido en casi todo por Petra, su mujer, el veterano luchador -nariz larga, grandes orejas, pelo escaso, ojos vivos y atentos a los jugadores- no perd\u00eda detalle de cuanto ocurr\u00eda en los paneles electr\u00f3nicos que mostraban las posiciones de las piezas. Inm\u00f3vil, apoyadas las manos en las rodillas como si jugara, inclinado hacia adelante igual que ante un tablero, el legendario ajedrecista mostraba una concentraci\u00f3n casi inhumana en las tres partidas que ante \u00e9l se desarrollaban simult\u00e1neamente. \u00abSigue jugando en su cabeza -me susurr\u00f3 Leontxo Garc\u00eda, que estaba a mi lado-. Es lo \u00fanico que todav\u00eda puede hacer\u00bb. Pod\u00eda hacer algo m\u00e1s, y lo comprobamos esta misma ma\u00f1ana, hace un rato, cuando pusieron su silla de ruedas ante un tablero cuyo otro lado ocupaba Wolfgang Uhlmann. El anciano Korchn\u00f3i parec\u00eda ajeno a todo, ausente de all\u00ed, mir\u00e1ndonos aturdido mientras le hac\u00edan fotos, y cuando pronunci\u00f3 unas pocas palabras lo hizo dirigi\u00e9ndolas a su mujer, malhumorado, en ruso y en voz muy alta, como suelen hacer los que tienen dificultad para o\u00edr. Quer\u00eda cambiarse de posici\u00f3n con su adversario. Algunos sonre\u00edmos, reconociendo al V\u00edktor Korchn\u00f3i pele\u00f3n y broncas, al personaje formidable que se bati\u00f3 con K\u00e1rpov en Baguio, Filipinas, en 1978. El que fue leyenda viva hasta el punto de inspirar los personajes de los dos ajedrecistas de La diagonal du fou; que es quiz\u00e1s, junto con En busca de Bobby Fischer, una de las mejores pel\u00edculas de ajedrez que se han rodado nunca, del mismo modo que La partida de ajedrez de Stephan Zweig es la mejor novela de ajedrez de todos los tiempos.<\/p>\n

Entonces Korchn\u00f3i empez\u00f3 a jugar, y el milagro se produjo. Aquel anciano inv\u00e1lido y ausente clava ahora sus ojos en el tablero; y, sin mirar ni una sola vez a su adversario excepto a trav\u00e9s de las piezas, aquellos ojos que vieron cad\u00e1veres en las calles de Leningrado, los del disidente cuya mujer fue deportada a Siberia y su\u00a0hijo metido en la c\u00e1rcel, los del hombre que fue perseguido por el KGB hasta el punto de considerar su asesinato, los del bravo que se bati\u00f3 ferozmente, sin m\u00e1s armas que su cerebro y sus agallas, contra los campeones respaldados por la poderosa Uni\u00f3n Sovi\u00e9tica, consiguen, una tras otra, dos partidas memorables. Sin apartar la mirada de las piezas, Korchn\u00f3i se detiene a veces largo rato, tamborileando pensativo con los dedos, o se inclina mucho sobre el tablero para ver m\u00e1s de cerca algo que quienes llenamos el sal\u00f3n somos incapaces de ver. Incluso en dos ocasiones se cubre un ojo con una mano, como si aqu\u00e9l le estorbara, o traicionase. Luego, fiel a su viejo\u00a0estilo asesino, se come cuantas piezas le pone Uhlmann a tiro en las jugadas finales. As\u00ed consigue, a sus ochenta y cuatro a\u00f1os, con dos ictus y una par\u00e1lisis parcial encima, una derrota con negras y una victoria con blancas. De vez en cuando se vuelve un poco para mirar el reloj; y est\u00e1 claro que, aunque sus facultades est\u00e1n reducidas al m\u00ednimo, miles de partidas, millones de movimientos registrados en su memoria, siguen jugando por \u00e9l de forma independiente, casi autom\u00e1tica. Y al comprenderlo, Leontxo y yo nos miramos admirados, pensando lo mismo: el \u00faltimo rinc\u00f3n que se apague en su cerebro ser\u00e1 el del ajedrez.<\/p>\n<\/p><\/div>\n