{"id":18232,"date":"2021-08-22T16:34:25","date_gmt":"2021-08-22T20:34:25","guid":{"rendered":"https:\/\/prensaxtremard.com\/nacional\/la-trinchera-de-un-amigo\/"},"modified":"2021-08-22T16:34:26","modified_gmt":"2021-08-22T20:34:26","slug":"la-trinchera-de-un-amigo","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/prensaxtremard.com\/nacional\/la-trinchera-de-un-amigo\/","title":{"rendered":"La trinchera de un amigo"},"content":{"rendered":"
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Aunque lo parezca por el t\u00edtulo, hoy no les hablo de guerras ni combates, sino de gabardinas. Todo arranca de un art\u00edculo que publiqu\u00e9 hace un a\u00f1o, donde comentaba haber intentado durante mucho tiempo, sin \u00e9xito, conseguir una buena gabardina como la que tuve en mi juventud, de \u00e9sas largas y protectoras que llegaban casi hasta los tobillos: una prenda cl\u00e1sica hecha para soportar el mal tiempo y no mojarse cuando llueve. Peregrin\u00e9 por tiendas diversas, incluidas las de marcas cl\u00e1sicas conocidas, pero no hubo manera. Todo eran modelitos de temporada tipo tres cuartos, un palmo por encima de las rodillas; y encima, de colores. Una gabardina corta, le dije exasperado a un vendedor, adem\u00e1s de ser una mariconada es un ox\u00edmoron. As\u00ed que tal andaba yo, con mi frustraci\u00f3n a cuestas, y escrib\u00ed el art\u00edculo como tantos otros: no para cambiar la realidad, que es lo que es, sino para desahogarme.<\/p>\n

Hace un mes estaba firmando novelas en la librer\u00eda Arenas de La Coru\u00f1a (pongo La Coru\u00f1a porque lo escribo en castellano, del mismo modo que cuando lo haga en gallego escribir\u00e9 A Coru\u00f1a), cuando entre la fila se adelant\u00f3 un se\u00f1or bastante mayor \u2013luego supe que ten\u00eda 89 a\u00f1os\u2013 que caminaba con dificultad, apoyado en un bast\u00f3n y en compa\u00f1\u00eda de su hija. Tra\u00eda una bolsa en una mano, y para mi sorpresa me la entreg\u00f3. \u00abEs una gabardina de las de antes \u2013dijo \u00e9l con extrema cortes\u00eda\u2013. De las que usted buscaba. La tengo desde hace much\u00edsimo tiempo, est\u00e1 casi nueva, y me gustar\u00eda que la aceptase\u00bb. Aquello me dej\u00f3 sin habla. Abr\u00ed la bolsa y en efecto: all\u00ed dentro, cuidadosamente doblada, hab\u00eda una Burberry\u2019s cl\u00e1sica con cintur\u00f3n y dos filas de botones, de las anta\u00f1o llamadas trincheras. Una prenda soberbia de color caqui, larga hasta muy por debajo de las rodillas, de toda la vida. De las que ya ni se hacen ni se encuentran. Una gabardina de verdad.<\/p>\n

Conmovido, incapaz de decir nada a la altura de aquella enormidad, abrac\u00e9 al anciano caballero. \u00abEs fiel lector suyo desde hace treinta a\u00f1os \u2013me dijo la hija\u2013. Y se ha empe\u00f1ado en que su gabardina la tenga usted\u00bb. El padre me miraba con mucha fijeza, intensamente, sin despegar ya los labios, y no supe hacer otra cosa que darle ese abrazo fuerte, intentando transmitirle mi emoci\u00f3n y agradecimiento. Entonces, tal vez porque esa gabardina le tra\u00eda especiales recuerdos, o por cualquier otra cosa que nunca sabr\u00e9, aquel viejo amigo al que acababa de conocer \u2013he dicho muchas veces que todo lector es un amigo\u2013 pareci\u00f3 emocionarse a su\u00a0vez. Al abrazarnos, not\u00e9 que sus ojos cansados se humedec\u00edan. Y de ese modo, con los ojos enrojecidos, encorvado, apoyado en el bast\u00f3n y en su hija, volvi\u00f3 la espalda con sencillez y se alej\u00f3 despacio, en silencio, sin decir nada m\u00e1s. Ni su nombre me dijo. Se march\u00f3, y eso fue todo.<\/p>\n

Volv\u00ed con la gabardina en el equipaje y la colgu\u00e9 con orgullo en mi armario: cl\u00e1sica, impecable, perfecta. Una trinchera con todas las de la ley; palabra \u00e9sa, trinchera, que hoy se ha olvidado pero que los mayores recordar\u00e1n, llamada as\u00ed porque en la Primera Guerra Mundial era la \u00fanica prenda civil que a los oficiales brit\u00e1nicos se les permit\u00eda usar con el uniforme: la que se manch\u00f3 de barro en Ypres, el Somme y el Marne, y fue popularizada m\u00e1s tarde por el cine negro norteamericano; por esos detectives encarnados por Robert Mitchum, Humphrey Bogart, Stirling Hayden y tantos otros actores que la vistieron bajo el fr\u00edo y la lluvia. La misma que usaba mi padre con aquellos sombreros de gabardina que tampoco se fabrican ya. Una trinchera cl\u00e1sica, en efecto, de toda la vida.<\/p>\n

Hace unos d\u00edas consegu\u00ed al fin, y no fue f\u00e1cil, el nombre y el tel\u00e9fono del anciano caballero. Se llama Manuel Souto Candal, y ayer llam\u00e9 por tel\u00e9fono para contarles a \u00e9l y a su hija que us\u00e9 por primera vez su gabardina hace unos d\u00edas. Llov\u00eda a c\u00e1ntaros, y sal\u00ed a dar un paseo por el campo con mis perros. Ca\u00eda agua con sa\u00f1a b\u00edblica, y la sent\u00eda golpear sobre mis hombros y resbalar a lo largo de los faldones, que me cubr\u00edan hasta casi los tobillos. No necesit\u00e9 paraguas. No penetr\u00f3 ni una gota. Lo juro. La prenda que semanas antes me regal\u00f3 don Manuel me proteg\u00eda perfectamente; y en su interior c\u00e1lido, suave, confortable, me sent\u00ed bien abrigado del mal tiempo. Ol\u00eda la tierra h\u00fameda entre las retamas goteantes que mojaban los bajos de la gabardina, o\u00eda ladrar a Sherlock y Rumba \u2013protestando, pues a los malditos cabroncetes no les gusta mojarse\u2013, miraba el paisaje velado por la cortina gris de la lluvia y pensaba, con una sonrisa agradecida, que pocas cosas abrigan tanto como la amistad de los seres nobles.\u00a0<\/p>\n<\/p><\/div>\n