{"id":17442,"date":"2021-08-08T15:29:54","date_gmt":"2021-08-08T19:29:54","guid":{"rendered":"https:\/\/prensaxtremard.com\/nacional\/enfoque-cultura-la-lagrima-facil\/"},"modified":"2021-08-08T15:29:57","modified_gmt":"2021-08-08T19:29:57","slug":"enfoque-cultura-la-lagrima-facil","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/prensaxtremard.com\/nacional\/enfoque-cultura-la-lagrima-facil\/","title":{"rendered":"Enfoque: Cultura – La l\u00e1grima f\u00e1cil"},"content":{"rendered":"
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Una entrevista reciente, en la que el ensayista mexicano Ilan Stavans, profesor del Amherst College en Massachussets, habla con gran perspicacia del melodrama y la literatura, me pone frente a un tema fascinante. Sus afirmaciones son provocadoras. Por ejemplo, la de que novelas de Garc\u00eda M\u00e1rquez y Vargas Llosa no son otra cosa que telenovelas literarias.<\/p>\n

Creo que los libretistas de las telenovelas, y de las radionovelas antes, aprendieron las reglas del g\u00e9nero en ejemplos cl\u00e1sicos inamovibles, que van desde La Odisea, a las novelas de Dickens. Hay en la trama dram\u00e1tica de los culebrones tradicionales, capaz de sostenerse a lo largo de 300 cap\u00edtulos, que toman meses en emitirse, reglas que son b\u00e1sicas: los obst\u00e1culos constantes que impiden la felicidad; y el suspenso al final de cada cap\u00edtulo para que el radioescucha, o el televidente, se sienta tan intrigado por el curso de la trama como para no abandonarla.<\/p>\n

La tarea del h\u00e9roe no es posible, lo explica bien Joseph Campbell, sin los obst\u00e1culos, que forman la esencia de la aventura. Ulises, tras diez a\u00f1os de guerra en Troya, s\u00f3lo quiere volver con buen viento a su casa en \u00cdtaca, a su apacible vida dom\u00e9stica al lado de su mujer y su hijo.<\/p>\n

Si su viaje de regreso hubiera sido feliz, no habr\u00eda nada que contar; la saga que vive en la traves\u00eda mar\u00edtima est\u00e1 compuesta de interrupciones, y esa es la aventura. No sale a buscarlas, las encuentra en el camino. Al contrario, los lances de don Quijote son provocados por \u00e9l mismo; quiere ser interrumpido, quiere enfrentarse a sus enemigos, gigantes y malandrines, y ese es el motivo de su viaje, y el motivo de la narraci\u00f3n.<\/p>\n

Algo est\u00e1 impidiendo siempre la dicha de los protagonistas. Esta regla no la descuida el prol\u00edfico F\u00e9lix B. Caignet en El derecho de nacer, que es una especie de gran matriz de las radionovelas, y de las telenovelas: a don Rafael del Junco, due\u00f1o del secreto capaz de resolver la trama, le da un derrame cerebral y pierde el habla. Mientras est\u00e9 mudo, no\u00a0habr\u00e1 desenlace, y la narraci\u00f3n seguir\u00e1 adelante.<\/p>\n

Dickens es el gran maestro del suspenso al final de cada entrega, y as\u00ed se alimenta el deseo de seguir leyendo, oyendo, o viendo, para saber en qu\u00e9 va a terminar todo, aunque\u00a0ese t\u00e9rmino est\u00e9 lejano, al cerrarse el \u00faltimo cap\u00edtulo impredecible.<\/p>\n

Igual que las telenovelas, los libros de Dickens se publicaban por entregas, en revistas. La gente se agolpaba en los muelles de Nueva York para esperar el barco donde llegaba desde Londres la revista con el nuevo cap\u00edtulo de La peque\u00f1a Dorritt. Y los lectores quer\u00edan saber si la ni\u00f1a Nell Trent, la hero\u00edna de La tienda de antig\u00fcedades, iba a sobrevivir o no a su enfermedad.<\/p>\n

La agon\u00eda de Nell se prolonga en funci\u00f3n de la necesidad de la novela. Morir\u00e1 o no morir\u00e1 seg\u00fan al autor le convenga; y mientras ese momento llega, las cartas de los lectores llueven en la redacci\u00f3n de la revista pidiendo a Dickens que salve a la protagonista. Pero, tras meditarlo en paseos solitarios por las orillas del T\u00e1mesis, sentencia que debe morir. Es una decisi\u00f3n grave, que toma en funci\u00f3n del poder de vida o muerte que tiene sobre sus personajes.<\/p>\n

El p\u00fablico, a trav\u00e9s de la eficacia de la narraci\u00f3n, debe creer que todo lo narrado es verdadero, y los personajes pasan a ser de carne y hueso en sus mentes. Cuando en Nicaragua se\u00a0transmiti\u00f3 por Radio Mundial El derecho de nacer, y al final de la radionovela Albertico Limonta e Isabel del R\u00edo se casan, en los estudios de la emisora se recibieron numerosos regalos de boda.<\/p>\n

Hay una tercera regla del melodrama: la carga lacrim\u00f3gena. Y tambi\u00e9n lo hallamos en Dickens. No hay quien no sienta compasi\u00f3n hasta las l\u00e1grimas por la suerte de todos esos seres, sobre todo ni\u00f1os, empujados a la miseria y el desamparo por la sociedad industrial, y la narraci\u00f3n es conducida, a trav\u00e9s de sus trampas, para provocar el llanto. La telenovela potencia este recurso y busca que quienes se sientan frente al televisor se ahoguen en un mar de l\u00e1grimas.<\/p>\n

Cien a\u00f1os de soledad no tiene, de verdad, como cree Stavans, nada de telenovela. Me intriga lo que har\u00e1n los guionistas ahora que el libro se convertir\u00e1 en una serie de Netflix, para darle a esa narraci\u00f3n llena de exageraciones y milagros, que siempre se est\u00e1 mordiendo la cola porque vuelve sobre s\u00ed misma, las reglas necesarias de intriga y suspenso, y de aventura siempre interrumpida, de un cap\u00edtulo a otro.<\/p>\n

En cuanto a El amor en los tiempos del c\u00f3lera, a la que tambi\u00e9n cita, es m\u00e1s bien la parodia deliberada de un melodrama, muy poco usual en el g\u00e9nero, pues se trata de un amor entre viejos, narrado con sabia sutileza, y una carga m\u00e1gica de palabras convertidas en im\u00e1genes. Florentino Ariza y Fermina Daza se salen del molde cl\u00e1sico del melodrama, donde los amores sufren interrupciones, pero nunca hasta la anticlim\u00e1tica llegada de la vejez. Por lo mismo que decimos, ya la novela fracas\u00f3 en el cine, en manos de Mike Newell, a pesar de su reparto de lujo.<\/p>\n

Tampoco La t\u00eda Julia y el escribidor es un melodrama concebido como tal. Los amores entre un sobrino una t\u00eda que lo dobla en edad, se salen de los m\u00e1rgenes de lo que una telenovela requiere. Y la novela es una burla del melodrama radiof\u00f3nico, con personajes c\u00f3micos, que llaman a la risa m\u00e1s que al llanto, como el famoso libretista Pedro Camacho, el boliviano que odia a los argentinos.<\/p>\n

No creo, por fin, que el melodrama, como tendencia a exhibir las emociones hasta el llanto, sea asunto del ADN latinoamericano, como Stavans afirma tambi\u00e9n. La opera soap es una vieja industria en Estados Unidos, y ahora los culebrones turcos est\u00e1n invadiendo las pantallas, doblados al espa\u00f1ol.<\/p>\n

Todos somos, de un modo o de otro, de l\u00e1grima f\u00e1cil.<\/p>\n<\/p><\/div>\n