{"id":11948,"date":"2021-03-14T12:53:45","date_gmt":"2021-03-14T16:53:45","guid":{"rendered":"https:\/\/prensaxtremard.com\/nacional\/el-dedo-en-el-gatillo-castillos-en-el-aire\/"},"modified":"2021-03-14T12:53:45","modified_gmt":"2021-03-14T16:53:45","slug":"el-dedo-en-el-gatillo-castillos-en-el-aire","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/prensaxtremard.com\/nacional\/el-dedo-en-el-gatillo-castillos-en-el-aire\/","title":{"rendered":"El dedo en el gatillo – Castillos en el aire"},"content":{"rendered":"


\n
<\/p>\n

\n

Cuba sufri\u00f3 se anuncia\u00adda depresi\u00f3n cuando se llen\u00f3 de \u201ccooperan\u00adtes\u201d rusos que beb\u00edan a destiempo para re\u00adcordar los crudos inviernos sibe\u00adrianos. Por entonces, mi ropa no ocultaba el af\u00e1n de un ingenuo pescador, y cada tarde mi ilusi\u00f3n pod\u00eda m\u00e1s que la realidad. Casi siempre regresaba a casa, tarde en la noche, con las manos vac\u00edas.<\/p>\n

En aquella rara adolescencia el barrio Luyan\u00f3 fue mi paradig\u00adma. All\u00ed vi partir a dos vecinos cercanos. De un lado, el doctor Justiniani, mentor de una redu\u00adcida academia en la sala de su hogar, donde mal ganaba la vi\u00adda dando clases a siete u ocho ni\u00ad\u00f1os. Por el otro, la esposa de un ricach\u00f3n escapado a Miami, es\u00adperaba sus papeles para salir de Cuba con su peque\u00f1o hijo nerd.<\/p>\n

Con la partida de ambos, las inmediaciones de mi casa se lle\u00adnaron de pudor: Personajes ex\u00adtra\u00f1os llegaban de aqu\u00ed o all\u00e1, a la espera del milagro. En una de esas mudanzas conoc\u00ed a un veci\u00adno peculiar. El hombre se dio a la bebida en tiempos de ley seca. Un d\u00eda descubri\u00f3 el sabor del alco\u00adhol y, al igual que los cooperantes rusos, vaci\u00f3 la farmacia del ba\u00adrrio donde se comercializaba el l\u00edquido descongestionante.<\/p>\n

Tambi\u00e9n se beb\u00eda alcohol puro y simple. Los abarrotes llegaban por barriles al co\u00admercio popular. Los hijos de Mosc\u00fa pod\u00edan adquirir galo\u00adnes por precios irrisorios. Pero mi vecino ten\u00eda que romper su quebranto para adquirirlo. Ca\u00adda noche al verme pasar con mi cara de pescador frustrado solo atinaba a regalarme su bostezo sentado en una silla de made\u00adra carcomida. Seis meses des\u00adpu\u00e9s, lo vi dentro de un ata\u00fad.<\/p>\n

Al nacer mis primos, t\u00edo Pancho sal\u00eda a la lejana campi\u00f1a en busca de v\u00edveres y carnes para sus infantes.<\/p>\n

\u00bfJuguetes? Pelotas de cart\u00f3n, palos de escobas, envoltorios como guates y muchas canicas, caretas chapuceras y az\u00facar en\u00advuelta en paqueticos de carame\u00adlos gozaban de racionamiento. Las pi\u00f1atas cumplea\u00f1eras se lle\u00adnaban de mentas saltarinas, pape\u00adles recortados y trozos de crayolas. Otro entretenimiento era la cr\u00eda de peces de colores dispuestos a sobrevivir en improvisados estan\u00adques llenos de agua contaminada.<\/p>\n

\u00c9ramos peones de un tablero de ajedrez donde dos grandes maes\u00adtros batallaban por derrotar al rey contrario. Al final, ni vencedor, ni vencido: dudosos empates mini\u00admizaban el juego, y de nuevo a co\u00admenzar.<\/p>\n

Con estos relatos, no hago culto a la nostalgia. Tampoco siento odio ni rencor al cruzar la zona donde realidad y ficci\u00f3n comulgan en una misma iglesia.<\/p>\n

Tuve dos momentos cambiantes. Primero, descubr\u00ed mi falta de fe al conocer al pri\u00b4ncipe Myshkin, revi\u00advido por Fiodor Dostoievsky en \u201cEl idiota\u201d. Fue la respuesta de su autor sobre la existencia ante la imposibi\u00adlidad de alcanzar otra vida. No por casualidad Myshkin era un ave ra\u00adra en un mundo donde la aristocra\u00adcia exhib\u00eda signos decadentes. El personaje, enfermo, pas\u00f3 su infan\u00adcia recluido en la casa rural de un fil\u00e1ntropo. La inesperada herencia de un familiar remoto y desconoci\u00addo lo obliga a viajar a la ciudad para recibirla. All\u00ed conoce la historia de un condenado al pat\u00edbulo que pudo explicarle el valor de la humildad.<\/p>\n

No puedo olvidar el libro. Descu\u00adbr\u00ed la man\u00eda de creer que cualquier realidad puede ser propia por una sola recompensa final: la muerte. La sensacio\u00b4n de ser duen~os absolu\u00adtos de un tiempo de vida no todos pueden verla. Se actu\u00b4a como si hu\u00adbiera una segunda oportunidad, cuando por el contrario, esta vida es lo u\u00b4nico disponible.<\/p>\n

El segundo pertenece al can\u00adtautor argentino Alberto Cortez a quien conoc\u00ed en La Habana, en el despacho de Nicol\u00e1s Guill\u00e9n. Le pregunt\u00e9 por la sobrevivencia dentro de un mundo bipolar y su respuesta, ir\u00f3nica, aludi\u00f3 al sen\u00adtido de culpa por no tomar la vida en broma. A\u00f1os despu\u00e9s, Cortez y yo cenamos en un restaurante de Santo Domingo, y entre chistes y recuerdos, se ri\u00f3 a carcajadas al conocer mi tema favorito: \u201cCas\u00adtillos en el aire\u201d. Su m\u00fasica, un reagtime con el piano como pro\u00adtagonista, y detr\u00e1s el bajo y la ba\u00adter\u00eda tocada con escobillas serv\u00eda de complemento a una letra llena de met\u00e1foras.<\/p>\n

Su risa me record\u00f3 el alcoholiza\u00addo anhelo de los rusos; la ingenui\u00addad del bostezo del vecino, las au\u00adsencias del profesor Justiniani y de la esposa abandonada con su hijo nerd, a mi t\u00edo Pancho cargando sa\u00adcos de comida, y a mi traje de pes\u00adcador.<\/p>\n

Sus versos fueron el recordatorio de mi final:<\/strong>

\n\u201cQuiso volar igual que las gaviotas, \/ libre en el aire, por el aire libre \/ y los dem\u00e1s dijeron, \u201c\u201d\u00a1pobre idiota, \/ no sabe que volar es imposible!\u201d\u201d.<\/p>\n

\u201cMas \u00e9l alz\u00f3 sus sue\u00f1os hacia el cielo \/ y poco a poco, fue ganando altura \/ y los dem\u00e1s, quedaron en el suelo\/ guardando la cordura.<\/p>\n

\u201cY construy\u00f3, castillos en aire \/ a pleno sol, con nubes de algod\u00f3n, \/ en un lugar, adonde nunca nadie \/ pudo llegar usando la raz\u00f3n.<\/p>\n

\u201cY construy\u00f3 ventanas fabulo\u00adsas, \/ llenas de luz, de magia y de color \/ y convoc\u00f3 al duende de las cosas \/ que tiene mucho que ver con el amor.<\/p>\n

\u201cEn los dem\u00e1s, al verlo tan di\u00adchoso, \/ cundi\u00f3 la alarma, se dic\u00adtaron normas, \/ \u201c\u201dNo vaya a ser que fuera contagioso…\u201d\u201d \/ tratar de ser feliz de aquella forma.<\/p>\n

\u201cLa conclusi\u00f3n, es clara y con\u00adtundente, \/ lo condenaron por su chifladura \/ a convivir de nuevo con la gente, \/ vestido de cordura.<\/p>\n

\u201cPor construir castillos en el ai\u00adre \/ a pleno sol, con nubes de al\u00adgod\u00f3n \/ en un lugar, adonde nun\u00adca nadie \/ pudo llegar usando la raz\u00f3n.<\/p>\n

\u201cY por abrir ventanas fabulo\u00adsas, \/ llenas de luz, de magia y de color \/ y convocar al duende de las cosas \/ que tienen mucho que ver con el amor.<\/p>\n

\u201cAcaba aqu\u00ed la historia del idiota \/ que por el aire, como el aire libre, \/ quiso volar igual que las gavio\u00adtas…, \/ pero eso es imposible\u201d.<\/p>\n

Somos, como escribi\u00f3 su compa\u00adtriota Jorge Luis Borges, \u201cHombres en la esquina rosada\u201d.<\/p>\n

Conoc\u00ed a un vecino peculiar. El hombre se dio a la bebida en tiempos de ley seca. Un d\u00eda descubri\u00f3 el sabor del alcohol y, al igual que los cooperantes rusos, vaci\u00f3 la farmacia del barrio donde se comercializaba aquel l\u00edquido descongestionante.<\/p>\n<\/p><\/div>\n