Para muchos, la Fuerza del Pueblo que lidera Leonel Fernández – que luce en buen momento y en constante crecimiento – a lo más que debió aspirar en la actual coyuntura política era a que se le reconociera la segunda mayoría que ganó en el Senado de la República, en función de los escaños logrados con la inteligente alianza parcial que articuló en las últimas elecciones con miras a sacar al PLD del poder. Vale decir que, aunque privándose de un derecho legítimo, no debió permitir que de su traba saliera ningún pollo a postular por un espacio en la Cámara de cuentas ni por la titularidad de la Defensoría del Pueblo, que poco aportarían a la organización y sí les exponían a seguras críticas de distintos sectores sociales del pais. Si la Fuerza es un partido para ir al poder, y con el compromiso de corregir vicios y errores propios y de otros excompañeros en el pasado, lo ideal hubiera sido apostar a los mejores perfiles, no buscar cuotas para ningún parcial o amigo de la casa, como forma de ir proyectando el propósito y prédica de su máxima dirección de “adecentar la actividad política”, como planteara el doctor Fernández al salir del PLD, y también de contribuir a la institucionalidad democrática. Está claro: para la Fuerza, cualquier pequeño espacio de poder precipitado le afectaría, antes que beneficiarle, porque no capitaliza nada, mientras la sola creencia de que tiene vínculos con el gobierno le evita el crecimiento que se advierte. Otro detalle: Ganar espacios y verse temprano como la opción a vencer en el 24, exponen a Leonel a ser blanco del ataque cruzado de intereses de poder y de la oposición. Por ejemplo, Hipólito, en tregua y manejando un discurso mesurado, agrió el tono en reciente salida a ruedo, donde pautó su retiro (?). Dato: Los tres propuestos para Defensor del Pueblo eran – o son – de buen perfil, pero dos – Fidel y Merán – cargaban con el “San Benito” de la colindancia político-partidaria, que, en vez de un pecado o un estigma, mejor debió verse como una garantía ante el reto a asumir. Pero pesó y se impuso la presión mediática (¿).Con Pablo Ulloa, el escogido, se jugó a una hipocresía o supuesta “independencia“ que recuerda los tiempos en que los perros se amarraban con longaniza (¿).Y es que – no advertido por ingenuos o incautos – la escogencia finalmente fue producto de una decisión política atribuida a un contubernio PRM- PLD y, por demás, de una visión de clase social elitista, patrocinada por grupos de la denominada sociedad civil, con sobrada influencia y poder en el actual gobierno que encabeza el amigo presidente Luis Abinader.