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Nacionales

Para entender la expulsión de los jesuitas de Portugal, 1759

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.

Comprendamos estas circunstancias.

Portugal tomó a pecho que, la migración de cerca de 30,000 guaraníes afectados por el Tratado de Límites con España de 1750 fuera pacífica. Desde 1639, los guaraníes de las Reducciones estaban autorizados a emplear armas de fuego para defenderse de los cazadores de esclavos brasileños.

Para curarse en salud, el padre General jesuita Ignacio Visconti nombró el 4 de octubre de 1751, al jesuita Lope Luis Altamirano para supervisar el cumplimiento del Tratado. Altamirano fue, “un hombre que probablemente no tiene igual en la historia de la Compañía. Promulgó, por lo menos, veinticuatro preceptos en virtud del voto de obediencia con penas que incluían la expulsión de la Compañía, suspensión de las facultades sacerdotales y la excomunión reservada al General. La política abrasiva de Altamirano sólo consiguió profundizar la testarudez de los indios”. (Bangert, 1981: 428 – 429). Visconti obligó a los misioneros en virtud de santa obediencia a “que usaran su influencia” a fin de que los indios realizaran mansamente el penoso traslado.

En Portugal comenzaron a aparecer en 1752 unas “Noticias interesantes” redactadas por el ex capuchino abate Platel en las que se denostaba a los jesuitas. Probablemente la Corona portuguesa “estimuló” a su autor.

En 1754 los indios de las Siete Reducciones afectadas se rebelaron y fueron reprimidos por tropas portuguesas y españolas.

El 1ro de noviembre de 1755, un terrible terremoto azotó Lisboa. Un 10 % de los 250,00 habitantes perecieron. Varios predicadores atribuyeron el terremoto “a la depravación moral” y también a las reformas políticas anticlericales del Marqués de Pombal (Molas, Bada y otros 1993: 687 – 689). El terremoto desencadenaría una discusión de largo alcance sobre la justicia de providencia divina. En Candide (1759) Voltarie se hace eco de este malestar.

En 1756 una nueva expedición de castigo reprimió a los indios de las Reducciones. En España, el P. Altamirano acusó a los jesuitas de ser sus instigadores. Desde 1757, el Marqués de Pombal negó el acceso al confesor real y a cualquier jesuita a la corte del Rey.

El 14 de noviembre de 1758, el rey de Portugal sufrió un atentado por parte de la familia Tavora. Los investigadores ignoraron la acusación de violador contra el monarca y se enfocaron en los confesores de los Tavora: ¡los odiados jesuitas! Pombal ya tenía su servilleta al cuello.

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