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EN LA RUTA – Pero cuidado…

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El país pide una reforma a la Policía Nacional (PN) que corrija una serie de distorsiones procedimentales y de mentalidad que ha ido acumulando el cuerpo del orden público. En tal sentido, la población ha valorado y respaldado el compromiso y los valientes esfuerzos del presidente Luis Abinader para enfrentar “caiga quien caiga” un problema serio y viejo. Sin embargo, esa reforma, que conlleva medidas, recursos, interactividad y logística, pero sobretodo tiempo, no puede convertir a la PN en una institución cosmética y maniatada a la que la delincuencia, cada vez más cruel e irreverente, literalmente le saque la lengua.

Es verdad que muchos miembros de la PN actúan bajo normas y reglas no escritas que contravienen los derechos humanos y que van en contra de los protocolos de interdicción y combate al crimen. Gente que se resiste al cambio, que se lucra económicamente del mal de cosas y que muchas veces, como islas de poder, actúan a la libre conspirando y torpedeando lo que afecte sus intereses.

Pero la realidad es que, y aunque hagan mucho daño, los malos policías son los menos y que ni el Estado, la sociedad, la democracia o el gobierno, pueden subsistir sin la PN. De ahí la importancia en no tremendizar, descalificar, satanizar, ni mucho menos politizar la PN ni sus temas. En cambio, debemos hacer lo posible para fortalecerla para que pueda recuperar confianza. A la delincuencia hay que enfrentarla con firmeza. La muerte a tiros hace unas horas del coronel PN (r) Luis Antonio Peña Reynoso y del sargento mayor PN José Luis Severino, a manos de antisociales para despojarlos de sus respectivas armas de reglamento, indica la magnitud del problema.

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