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Nacionales

El colmado, marca país

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Hacía más de un año, desde fina­les de 2019, que no visitaba el barrio, en la zona colonial don­de nací y me crie. Esas visitas periódicas, de las que he escrito en otras ocasiones, conforman parte de la his­toria de mi vida.

Esta vez comparto con ustedes mi experien­cias en el imprescindible y popular colmado, lugar que al paso de los años sigue siendo ese pequeño negocio donde se adquieren los ali­mentos del día, a la medida de las necesidades y posibilidades económicas, resolviendo cual­quier faltante con su característico ‘fiao’. Pero es también punto de encuentro social y de en­tretenimiento, donde la gente conversa, bota tensiones, ve un juego de pelota, jugar dominó, comprar una cerveza, un traguito. Los colma­dos generan empleos, proveen soporte a las fa­milias cortas de recursos y las industrias consti­tuyen un eslabón de largo alcance.

Julito, segunda generación del colmado de San Antón, me cuenta que el negocito sobrevi­vió a la pandemia gracias al apoyo de progra­mas como “colmado seguro” de ASIBENAS, “mi colmado coopera” de Coca-Cola y “socios por un sueño” de Cervecería, enfocados en ca­pacitar a los colmaderos para administrarse de manera más eficiente, con lo que contribuyen empresas como Rica, Grupo SID, Nestlé, Co­ca-Cola, Cervecería, suplidores de alimentos y bebidas.

Me topé con pocos de mi generación, como José-belén quien echaba una partida de domi­nó con otros que no conozco, uno ellos hijo de Doña Matilde, emblema del barrio. Las anéc­dotas son todo un repaso de viejas historias, en el colmado, parte de la cultura, el desarrollo económico y la vida del viejo barrio.

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